martes, 20 de julio de 2010

Carta desde Bolonia

Hay que distinguir lo que se ha llamado “El plan Bolonia”, Bolonia, para los amigos, y las estrategias de los Gobiernos y de las Universidades europeas para “modernizar” la Universidad. El plan Bolonia sólo venía a instaurar por un acuerdo lo que parece evidente: que en un mercado único con una política única los títulos deben ser reconocidos por todos y la movilidad de alumnos y profesores debe ser posible.

Para ello se acordó que lo que ya teníamos, (titulaciones superiores y de postgrado) se reconociesen entre todos mediante un sistema de créditos común a todos, como si a la hora de docencia o de trabajo de los alumnos se le asignase un valor único como el euro, de tal manera que pudiésemos intercambiarlos mejor. Nada más.

Pero con Bolonia vinieron otras muchas cosas que cambian profundamente la Universidad en su esencia, por eso digo que la Universidad nace en Bolonia en el 1088y muere en Bolonia en 1999. Para ser estrictos no nace en Bolonia exactamente ni muere en Bolonia del todo, sino que en uno y otro caso se transforma algo que existía.

Antes del 1088 había ya escuelas con caracteres universitarios, pero no lo eran del todo, les faltaba algo: el paso de estudios meramente técnicos al desarrollo de estudios referentes a humanidades, la conservación del saber clásico, la visión del mundo de forma universal y total.

Esta visión universal surge de la búsqueda de la verdad, del encuentro experiencial con la verdad que es lo que hace la universidad auténtica y verdadera. Aunque esa verdad que se encuentre, se experimente y se deguste en común entre profesores y alumnos no sea precisamente la verdad más cómoda, la más actual, la más nueva. Aunque esa verdad no sea justamente la verdad que se puede convertir en I+D.

Lo que verdaderamente ocurre con Bolonia es que la Universidad se ve como una manera de fomentar la investigación para el desarrollo, y esto no es Universidad. El único desarrollo que debe fomentar la Universidad es el desarrollo de la verdad y el desarrollo humano de alumnos y profesores en esa búsqueda.

La Universidad no está diseñada para el desarrollo de la industria ni para el incremento del PIB, la Universidad conserva, ordena y degusta el conocimiento y a veces, sólo a veces, el conocimiento genera beneficios.

La Universidad tiene vida propia, pero no puede estar aislada y separada del mundo empresarial, lo que tiene que ocurrir es que el mundo empresarial debe impregnarse de espíritu universitario, para que cada empresa fomente la verdad y propicie el desarrollo humano.

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