jueves, 29 de diciembre de 2011

Una Pregunta


Una pregunta que llevo haciendo un tiempo, sin encontrar respuesta adecuada.


Ahí va: ¿Cómo una persona que tiene todo el dinero del mundo sigue queriendo más?


No me refiero a quienes tienen dinero de sobra, sino a los que les sobra el dinero de tal manera que dos generaciones gastando a todo tren pudiesen soportarlo. Por ejemplo, si una persona vive 80 años, de media, puede gastar un millón de euros al año, así, por lo altísimo. Quien tiene 240 millones de euros, por ejemplo, y dos hijos tiene ya su vida y la de sus hijos asegurada (a 80 millones vida, un millón al año desde que se nace). Un sueldo de 70.000 euros al mes durante 80 años.


Sí, se me dirá que con eso no llega quien tiene gustos horteras (quien quiere tener un parque de atracciones en casa o un vater de oro). Pero me refiero a esos tipos que no tienen vicios aparentes ni sonados, en todo caso no caros ¿qué les hace hacer más y más dinero?


Las respuestas que he obtenido: por inercia (no saben hacer otra cosa)o  por avaricia (quieren más, modelo tío gilito).


Yo apunto una más: por miedo a caerse del poder. Pero precisamente terminan cayendo...


¿Es el poder que da el dinero lo que se busca? Pero ese poder se mantiene igual, si se mantiene el dinero, aunque no crezca.


¿Quizá el servilismo que genera tener mucha gente que cree que su vida depende de tus decisiones?.




Algo se me escapa, por lo que os pido a vosotros, que habéis superado los 300 millones que contestéis por qué estáis trabajando

viernes, 23 de diciembre de 2011

Ha caído ADN y me alegro

Y debo ser el único. Vengo de Twitter y allí es todo desolación, duelo y llanto contenido de los periodistas por la pérdida irreparable y por el consiguiente despido de los 60 "compañeros".

Y todo elogios. Y si la libertad de expresión pierde al perderse un medio, etc. etc.

Sólo faltaba echarle la culpa a Aznar a Bush y al capitalismo feroz.

Mi impresión, nada navideña, por cierto:

1. Lo de ADN era periodismo del malo: amarillo, sensacionalista, chapucero, enfocado a un sector del ser humano del que todos nos deberíamos de avergonzar
2. Era un periódico sin lectores (quizá algún ojeador), por encima, de mala manera
3. Era un periódico altamente perjudicial para la salud, causante de la gripe A, B y C, que tienen la función de dispersar virus de mano-a-hoja y de-hoja-a-mano
4. En tiempos de no-crisis las cifras infladas no se notan con la crisis se miran los números y la publicidad sale de los sitios donde nunca debería haber estado.

DEP ADN, junto con la decisión de Lucía Echevarría de no volver a escribir es una de las mejores noticias del 2011 (sí -de acuerdo- y la detención de la cúpula de la SGAE)

lunes, 19 de diciembre de 2011

Una tragedia para la cultura

"Lucía Etxebarria dejará de escribir libros por la piratería"

La noticia es festejada por miles de escritores de verdad de todo el territorio nacional
Pero no. No es de verdad, sino de mentirijillas... está en la campaña de Navidad: "mi intención, de momento, es dejar de escribir novelas por unos años...." ja, ja, ja.
"mi intención (mañana puede cambiar) de momento (eso mismo) es dejar de escribir novelas por unos años (¿unos?)"
¡Corran, corran! a comprar su último libro, que es el último! Con esto se logra unas cuantas portadas, y twits y retwits por toda la red. Vamos a hacerle la campaña de Navidad. ¡Y gratis!
En un añito tendremos el nuevo bodrio, vergüenza de las letras españolas, en todas las librerías. Y casualmente será estrella invitada en los programas de más progre audiencia. Y al cajón un milloncejo de euros.
Hay que tener la cara muy dura para despreciar al lector que se gasta los cuartos en leerla, en comentarla, en hablar de ella.
Hay que ser avara.
Y vaga.
Porque el que tiene la suerte de poder vivir del oficio de escritor debe dar gracias. Millones de años luz en estilo, conocimiento de la lengua, capacidad narrativa, memoria, inteligencia, voluntad, les sacan los  calderones, los unamunos y los valleinclanes y no comían a diario.
Y eran escritores de verdad que no podían dejar de escribir y lo hacían para  la Humanidad. No para ganar unas miserables perras.
Y todo por política, porque se van los suyos de la política, esa panda de negados para las artes que sólo saben vivir del cuento.
Y encima poniendo carita de pena.
Una pena.

Por favor, Lucía, rica, un favor a la humanidad: da de baja tu web, cierra el quiosco y no escribas nada más.

La "noticia" : http://www.elmundo.es/elmundo/2011/12/19/cultura/1324317428.html
Pero mentía

jueves, 15 de diciembre de 2011

Carta de una madre a Soraya

Querida:

Me hirvió la sangre, me chirriaron los dientes y me clavé las uñas en las manos cuando te vi el domingo en la televisión sonriendo a pantalla y vendiendo humo político mientras respondías a las preguntas diciendo “el crío”.

Antes de que creas que esta es una crítica gratuita de alguien que no comparte tus ideas políticas te diré que la hostilidad que me has provocado no tiene nada que ver con tu perfil político. Va por otro lado….y es mucho peor.

Apuesto a que pensabas que aparecer públicamente en tu “trabajo” una semana después de dar a luz iba a ser considerado una actitud ejemplar, un modelo a seguir. Apuesto a que pensaste que cuando la gente te viera, iba a decir: Mírala, que responsable y que sacrificada…una semana después de dar a luz y ya está en su puesto de trabajo, dándolo todo por el país. Es una tía en la que se puede confiar porque es trabajadora y responsable”.

Seguro que pensaste eso, y estabas tan contenta. Te voy a explicar lo que significa que tú estés currando a una semana de dar a luz. Voy a explicarte muy clarito las implicaciones que tiene tu sentido absurdo de la responsabilidad y tus ganas de pegar el careto.

1.- Conseguir que las mujeres tuvieran derecho a un permiso de 16 semanas para cuidar de sus hijos, ha costado mucho trabajo y esfuerzo. Ha exigido concienciar a los empresarios y empleadores de lo necesario que era ese periodo de tiempo para cuidar al bebe. Son 16 semanas, sé que se pueden hacer largas por propia experiencia, pero tampoco son un periodo tan largo como para que no hubieran podido pasar sin ti en tu supercurro. Que tu aparezcas a la semana de dar a luz en el curro…lo que dice es “las 16 semanas son superfluas…se puede volver a currar en cualquier momento”.

2.- Lamentablemente se supone que tú debes dar ejemplo…a alguien. Tranquila que no son muchas mujeres las que te tienen como ejemplo, pero igual que se supone que un político debe ser un ejemplo de honradez, una mujer en la política debería dar ejemplo de lo importante que es saber conciliar, esa palabra con la que os llenáis la boca todas. Tu ejemplo es, yo no sé conciliar y básicamente me la pela, dejo al niño y me vengo a repartir ministerios y limpiar las sillas donde estaban los otros y ahora van a estar los míos.

3.- Tu aparición recién parida dice: “Tengo que volver al curro rápido porque si no lo mismo cuando vuelva después del permiso al que legalmente tengo derecho me han quitado el trabajo”. Que traspasado a la gente normal quiere decir, si os cogéis el permiso que legalmente os corresponde…lo lógico es que cuando volváis os hayan dejado de lado en vuestro trabajo.

4.- Ya sé lo que me vas a decir…es que mi trabajo tiene unas circunstancias concretas, es importante, es vital. Si, ya sé…tienes el síndrome de “mi trabajo es darle al ON del sol para que la humanidad arranque cada día”..pero tengo malas noticias para ti: tu trabajo es exactamente igual de importante que muchos otros y mucho menos importante que algunos que se me ocurren. O me vas a decir que jugar a conspirar, dar ruedas de prensa, hacer interpretaciones torticeras de la realidad y mirar cuanto poder tienes en la cartera es más importante que por ejemplo ser cirujana de trasplantes, profesora, enfermera o cualquier otra cosa de esas que de verdad sirven para algo. 

Aún así, lo importante de esto no es si tu trabajo es o no es vital para la humanidad, si tú estas contenta por mi estupendo. Lo grave es el mensaje que das: vosotras piltrafillas con vuestros puestos de cajeras, secretarias, comerciales, dependientas, administrativas de cualquier clase, ingenieras, arquitectas, ópticas, químicas, físicas…, podéis tener un permiso de 16 semanas porque al fin y al cabo vuestros trabajos son poco importantes…yo como soy guay y quiero ser más guay todavía no puedo cogerme esas 16 semanas. Es decir, “si queréis tener un buen trabajo de responsabilidad y que os respeten…amigas...no os cojaís la baja de maternidad”.

Años de pelear por algo a la puta basura por tu afán de protagonismo.
5.- Conciliación es una palabra que en tu boca suena a insulto. Conciliar no es lo que tú haces. Cuando estás forrada de pasta como para tener ayuda en casa que se quede con tu bebe RECIEN NACIDO o en tu curro son tan comprensivos como para llevártelo allí al despachito de 50 metros cuadrados...eso no es conciliación. Conciliar, reina mora...es ganar 900 euros, que no te den plaza en una guardería pública, que tu familia viva lejos y no puedan ocuparse del bebé y tener que currar 8 horas clavadas sin posibilidad de decir: uy...no vengo que el bebé está malo…y a pesar de todo...conseguir organizarte para ser buena en el curro y ocuparte de tus hijos… Quiero decir que si buscas conciliar en el diccionario, jamás saldrá tu foto.
Para que veas que no soy tan malvada como para decirte que deberías haberte privado....ELIMINADO...perdón...de la fiesta por el triunfo, entendiendo que quisieras ir a celebrarlo a la oficina, con tus amigos y tus colegas. Tener un niño no significa no salir de casa para nada, pero...lo que te delató querida...es que tú no querías solo participar de la fiesta...querias pegar el careto, ser el perejil de todas las salsas, que quedara claro que nadie iba a quitarte el sitio…aún a costa de tu maternidad y tu “crio”….

Por supuesto que te estés saltando la ley que establece que las 6 primeras semanas son de OBLIGATORIO descanso para la madre.., ya ni lo considero, porque total... ¿para qué va a cumplir la ley una mujer que se supone que tiene y va a tener un papel fundamental en la promulgación de las leyes durante los próximos 4 años? Tonterías sin importancias…y ya se sabe...quien hace la ley hace la trampa.
Me jode hasta el infinito el uso torticero, interesado y fuera de la realidad que hacéis del embarazo y la crianza. Con vuestra pose lo único que conseguís es pisotear lo que han conseguido otras, burlaros de los esfuerzos diarios de mogollón de madres que trabajan fuera de casa, a las que les mola su curro, quieren hacerlo bien, tienen ambiciones por mejorar y a la vez cuidan de sus hijos lo mejor que saben.
Lo peor no es que me parezcáis unas memas...lo peor es que nos tomáis a las demás por memas.
Ahora, estoy esperando la próxima entrevista en la que digas que “la maternidad es lo más importante que te ha pasado, que te ha cambiado la vida y que como todas las mujeres tienes que hacer malabarismos para conciliar tu papel de madre y trabajadora
…ya me estoy descojonando..por no llorar

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Milagros Montenegro


Milagros Montenegro era una profesora argentina, de 26 años que pasó a sus alumnos, por error, un vídeo pornográfico en el que ella era la protagonista junto con su antiguo profesor, de 53 años. Por lo visto, además de irle los viejecitos a esta joven también le gusta el porno, el sexo sado y el escándalo, ya que fue amonestada por tocamientos en el colegio y por provocar (1) con su “vestimenta y su actitud" a los alumnos de la escuela del centro penitenciario de máxima seguridad  de Junín, donde imparte clases de biología.

La escuela es pública.

Si esto sucede en España ¿qué ocurriría? Yo se lo digo: nada. Nadie podría expulsarla.

(1) Sé que en España también está mal visto decir que una mujer provoca con su vestimenta a un hombre. Que a las mujeres, etc. etc. Pero el hecho es que en las prisiones de máxima seguridad argentinas no debe haber mucho respeto por la mujer en general y menos por la guarrilla (2) de la profesora de biología
(2) Sé que en España no se puede llamar guarrilla a una profesora de biología por sus aficiones sexuales. Pero la intuición  me dice que Milagros Montenegro es un pendón verbenero, en el más estricto, riguroso y académico sentido de la palabra.

Dos consejos gratis



Hay quien acepta un puesto de trabajo y luego pregunta para qué se le contrata, como si del "para qué" no tuviese que depender el aceptar o no aceptar. Comos si sólo importase el cuánto.

Lo propio es saber dónde estamos, qué queremos y con qué medios contamos antes de tomar una decisión. Sólo si nos vemos capacitados, si es moral el propósito, si tenemos los medios adecuados, entonces aceptamos una responsabilidad, porque sólo entonces se puede responder adecuadamente.

Si decimos que sí apresuradamente dejamos claro que es el dinero el que nos mueve y que nos creemos capaces para hacer cualquier cosa, cosa que, en el mejor de los casos, es mentira.

Dos consejos gratis, antentos:

Nunca confies en quien acepta un puesto de trabajo por dinero
Nunca des un cargo a quien se crea mejor que los demás.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Rehn: 'Si fuese un joven español me preguntaría por qué hay un desempleo tan alto'

No entiendo nada de este Olli Rehn ¿Qué pretende?  No sé por qué nombra a los jóvenes españoles y no a los viejos, o a los españoles ¿se supone que por el carácter revolucionario de los mismos? ¿Quiere azuzarlos contra el Gobierno?

¿Le interesa ahora a Europa la indignación en la calle? 

La verdad es que no entiendo nada, porque si yo fuese un joven español lo que me preguntaría es por qué no me voy a vivir a Holanda, que tiene un 4% de paro; o por qué hemos generado políticos tan mediocres.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Condena, perdón y ETA

Está muy bien pedir perdón, y se agradece que el que ha roto el retrovisor de mi coche me pida perdón, pero también le corresponde arreglarlo. Y dar un "parte" al seguro no me hace menos cristiano. Acepto su perdón, y su dinero.

Para Dios es otra cosa, para Él sí hay perdón que lo borra todo, y es condición el arrepentimiento. Pero los hombres pueden perdonar al que pide perdón o al que no lo pide. Eso es indiferente para la justicia y es indiferente el hecho de que el criminal pida perdón o no.
La idea del perdón político ha calado fuerte en el pensamiento general. Comenzó con la estupidez de pedir perdón por el pasado de las organizaciones (por la esclavitud, la inquisición o por Paracuellos, bueno, por Paracuelos no) y ahora está de moda con el perdón de ETA. Parece que aquí todos andan esperando que salga de la boquita del criminal las palabras "perdón" y "condena". Y se ve a periodistas, jueces y políticos detrás de los etarras buscando esas palabras mágicas que les liberen de sus propios crímenes y les conviertan en ciudadanos de pleno derecho.

El imaginario colectivo cree que  una vez pedido perdón públicamantre, las víctimas vivas tendrán que aceptarlo, darse la mano y todos a vivir en la democrática Euscalerría al son de la flauta y el tamboril. Y además el perdón tiene que ser mutuo, porque algo habrá hechjo mal la víctima para ser víctima...

Aquí lo que está detrás es la preparación sentimental del pueblo para ver cómo unos criminales se van a ir de rositas. Vamos, que les va a salir gratis el asesinato y que, además de gratis será rentable, porque han usado el terrorismo en todos los frentes para conseguir unos objetivos que han logrado, y ahora que les viene mal lo dejan y quieren explotar la vía política, hasta que les convenga.

Deberían estar en la cárcel hasta el último día de condena, enviando flores y dinero, cada día, a las víctimas y devolviendo hasta el último euro de la extorsión. Deberían indeminizar a aquellos que, amenazados, tuvieron que irse, y pagarles una cantidad diaria a cada ciudadano que tuvo que salir con lo puesto; y pagar al Estado los millones que ha costado mantener a miles de escoltas, fortificar los cuarteles, etc. etc.

Cuando ETA desaparezca debe haber una causa general que responsabilice a cada uno de los miembros (activos o durmientes, arrepentidos y comprometidos, históricos y presentes) por todos y cada uno de los secuestros, de los robos, de las amenazas, de los miedos, los exilios, las palizas, los insultos, etc. Y cuando quede claro que estos señores: nombres y apellidos, le deben a la sociedad española este sufrimiento y este dinero; entonces sí, en igualdad de condiciones, pasados cuarenta, cincuenta o sesenta años, presentarse a las elecciones para reclamar lo que quieran reclamar.

Pero me temo que no va a ser posible y que de aquí a unos meses empezarán a salir, poco a poco, los criminales y que en breve tendremos movimientos "cívicos" que desafien al Estado de manera "pacífica".

Y volverá la violencia. Tarde o temprano. Porque la paz sólo se puede fundar en la justicia.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Liderar en tiempos revueltos



A las acusaciones anónimas nunca se les da curso.



Por tres razones:



1. De orden normativo: una acusación anónima se hace con el objeto de hacer daño a un tercero de manera torticera y  sin que el tercero pueda defenderse, alegar, dialogar. No se hace nunca con el interés de mejorar las cosas, de colaborar con la institución, porque de lo contrario se haría por los cauces adecuados. 



2. De orden moral: si se le da curso se premia la calumnia y la difamación. Y sobre todo la falsedad. Es muy probable que una nota anónima sea anónima por ser insostenible, por ser falsa. De todos modos es inmoral indagar sobre la falsedad o la veracidad de una nota anónima.



3. De orden práctico: si el calumniador se entera de que tú das cauce a las acusaciones anónimas mañana tendrás una contra ti y entonces ¿le darás cauce? Si das poder al que no lo merece no te extrañes que lo use contra ti.



Una acusación anónima, en condiciones normales, es un insulto a la empresa en la que trabajas, porque presupone que en ella no hay justicia. Cuando hay justicia las acusaciones son directas, siguiendo los cauces que tú marcas.

Si en tu empresa hay acusaciones anónimas con frecuencia es que no estás haciendo bien tu trabajo, porque no has mostrado adecuadamente los protocolos y cauces para la queja justa. Si no persigues al que lanza anónimos y haces recaer la culpa sobre el acusado estás destruyendo el clima de comunicación adecuado y generando un espacio de miedo.



“No dar curso” significa no leerla u olvidarse de ella si se ha leído, en todo caso no difundirla, ni siquiera entre los superiores o los jefes directos, sin que en ningún caso pueda considerarse "omisión de información", porque una comunicación anónima no es información.

viernes, 28 de octubre de 2011

Manifiesto CONCAPA por la Educación [con comentarios]

1. Lo que define la relación educativa es el vínculo entre maestro y alumno. Este vínculo compromete a la persona de ambos, pero especialmente a la del adulto, esto es, el docente. El vínculo educativo está definido por la entrega, la generosidad, la disponibilidad personal del maestro al alumno. Occidente ha designado a este tipo de relación con la palabra amor. La educación se basa en el amor a la persona del alumno.

[Bueno, bueno, sin pasarse. Si el alumno debe ser amado es discutible. Este amor que exige la CONCAPA es un amor que debemos pedir a los políticos: que amen al pueblo; a los comerciantes: que amen a sus clientes; etc. Pero no se lo pedimos ¿verdad? El profesor debe tener un vínculo amoroso, sí, pero con la Verdad y con la sociedad a la que sirve].

2. Las condiciones laborales en las que se desarrolla la relación educativa no son determinantes, aunque sí importantes. Es necesario que el maestro ejerza su vocación en las mejores condiciones posibles. Pero la educación no se reduce a tales condiciones laborales. El problema de la educación no es de recursos.

[No solo, ahora ya sin acento, pero hay que pagar más. No puede ser que el profesor no participe en los beneficios de la educación privada, ya que el profesor es el centro de la educación de calidad, el precio hora del profesor, muy similar al del trabajo no cualificado le recuerda al profesor, cada mes, el estatus social al que es relegado, es lamentable que en educación, para ganar sustancialmente más haya que abandonar las aulas].

3. La situación económica de la Comunidad, como la de España, es de quiebra técnica. Es lógico que la escuela, como el resto de las instituciones, sufra la crisis económica. Sin embargo, nada puede ser excusa para que la calidad educativa experimente una merma significativa por razones económicas.

[Dudo que lo que no existe pueda experimentar una merma].

4. Está plenamente justificado el malestar de los profesores de nuestra Comunidad. Sin duda, es necesario mejorar la comunicación entre la Consejería y los docentes. No obstante, la huelga no es la respuesta adecuada al problema educativo que vive nuestra región desde decenios. Dejar de impartir clase no beneficia en nada a nuestros alumnos ni al ambiente que debería imperar en nuestros centros.

[Me opongo: dejar de impartir clase, pero para siempre, sería el mejor regalo que recibirían los alumnos].

5. Las asociaciones firmantes consideramos que la educación debe ser un ámbito en el que la política de partidos o los intereses ideológicos queden relegados en beneficio del alumno y sus familias. Por todo ello proponemos algunas líneas de actuación:

a. Prestigiar la figura del profesor, como factor fundamental para una enseñanza de calidad.
[Pagándoles más, ya que somos patronal, podemos unilateralmente y como medida de presión subirles el sueldo].
b. Trabajar por una escuela en la que el mérito personal del alumno, basado en el esfuerzo, sea valorado.
[Y para ello nos proponemos dejar de presionar a los profesores para que suban las notas a sus alumnos, dejar de preocuparnos por los rankings de notas en selectividad, etc.].  


c. Potenciar la diversificación en la ESO, adaptando los diferentes itinerarios a los intereses y capacidades de los alumnos, con la posibilidad de poder elegir a partir de 2º ESO
[Justo al contrario: a mayor diversificación previa mayor desprecio por la cultura]

d. Potenciar la autonomía de los centros para que puedan llevar a cabo sus proyectos educativos de modo autónomo.
[Y para ello nos negamos a cumplir, unilateralmente, la LOE, y exigimos su derogación inmediata, en espera de otra Ley que garantice la libertad y la autonomía de los centros]

e. Luchar por llegar a un pacto educativo en nuestra Comunidad.
[¿Y si no hay pacto porque unos no quieren? No, sres. de la CONCAPA, las cosas esenciales no se pactan...] 

Pensamos que estos difíciles momentos son una excelente ocasión para sacar adelante entre todos a nuestra Comunidad y a su escuela de la crisis económica y educativa en la que vivimos.


Asociación de profesores Educación y Persona
Plataforma Toledo Educa en Libertad
Plataforma ¿X Q te callas?

miércoles, 26 de octubre de 2011

La falacia de la semana

"Solo una enseñanza-pública-de-calidad garantiza la igualdad de oportunidades"
Nos dice Alfredo en un vídeo en el que aparece el hijo de José Blanco, hablando con su "cuidadora".

Sólo unos apuntes, por si alguien quiere pensar.

Hay dos conceptos relacionados:
  1. "Enseñanza-pública-de-calidad" e
  2. "Igualdad de oportunidades"
Y dos palabras que unen: "Sólo" y "Garantiza" indican a una relación necesaria, del tipo "si [1], entonces, necesariamente [2]"

La frase que hay que grabar en la mente es al revés: Si (quieres) [2] entonces (quieres) [1]...Reforzada por el agresivo "pelea por lo que quieres" hace referencia a algo que se pierde

Si (quieres) IGUALDAD DE OPORTUNIDADES  entonces (quieres) EDUCACIÓN PÚBLICA

O sea:

Si (quieres) DESIGUALDAD entonces (quieres la existencia de) ENSEÑANZA PRIVADA



Análisis
Efectivamente la frase inicial (Solo una enseñanza pública de calidad garantiza la igualdad de oportunidades) es falsa y esto lo sabe hasta la exministra Aido, porque en todo caso el asunto de la igualdad de oportunidades es mucho más amplio que el tipo de enseñanza que se elija. 

Vamos a más: ¿qué significa -para Alfredo- enseñanza pública de calidad?

Si nos atenemos a la experiencia es un concepto vacío. No puede haber enseñanza de calidad y pública, veamos por qué:

La calidad es un concepto relativo, las cosas son de mayor o menor calidad dependiendo del contexto. Aquí, en la educación (no en la enseñanza), educación de calidad significa educación privada. Porque en España la familia que puede (y se lo plantea, que no sólo es cuestión de dinero) educación de calidad elige un colegio privado; y el que no puede -o no quiere- ir a un privado va al público.

En España educación de calidad equivale a educación privada. Porque un colegio que no dé calidad dura abierto dos cursos académicos. En condiciones normales nadie paga por algo peor, o por algo que puede salirle gratis.

lunes, 24 de octubre de 2011

Gadafi

He visto el vídeo, brutal, del asesinato de Gadafi. Deben ser juzgados los responsables del linchamiento, los que lo permitieron y los que lo grabaron en vídeo.

Ya no importa lo que hiciese el dictador, con sus muertos está en el infierno.

Ahora importa que unos criminales están en el poder.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Por el desmantelamiento de la Enseñanza Pública



La enseñanza, hasta el siglo XIX (hubo en el siglo XVIII una Real Cédula de Carlos III que predicaba la enseñanza para todos, pero no llegó a darse hasta 1900) era cuestión privada: la familia que no quería, podía o sabía enseñar a sus hijos -y tenía recursos- se los encomendaba a la Iglesia o a algún maestro que daba clases particulares a dos, tres, cuatro o diez niños. Los que no tenían dinero, directamente, no estudiaban.
 
 
Desde 1900 hasta 1937 la enseñanza en España fue un caos monumental, no llegaron a escolarizar ni al 40% de la población, aunque se formó la estructura de la instrucción tal y como la conocemos. Mucho tenía que invertir el Estado para lograr el mentado Derecho a la Instrucción pública, pero las crisis, la revoluciones, los cambios de gobierno, las guerras, etc. no dejaron asentar la educación como un derecho.

Con la dictadura de Franco, con perdón, entramos en el periodo más fructífero de la instrucción pública, que pasa a llamarse Educación del Estado y que logra por primera vez en la historia la universalidad, la gratuidad y la plena escolarización no sólo de la primaria, sino también de la secundaria y del bachillerato, dejando la puerta abierta a la supermasificación de la Universidad, que vendrá al desaparecer el régimen.

Muchas de las familias que al terminar la guerra no eran más que obreros analfabetos -hijos, nietos y bisnietos de obreros analfabetos- lograron que sus hijos estudiasen en las escuelas estatales, y éstos consiguieron a su vez que sus hijos hiciesen carreras universitarias.

Lo siento por la izquierda a la que tanto le gusta la educación pública de calidad, pero ésta es fruto del totalitarismo franquista (junto con la sanidad pública y la Seguridad Social). Lo que llaman hoy Estado de bienestar es la herencia de aquella dictadura, que para lograr la paz tuvo que arreglar el “problema social”. (Aunque lo saben muy bien, porque sus padres estudiaron gracias a Franco y sus abuelos no).

Allí donde no hay dictadura florece la privada, que es lo que todo el mundo apetece en su sano juicio. Y la democracia, como no podía ser de otro modo, se caracteriza por el auge de la enseñanza privada, que en libre concurrencia hace que las escuelas se afanen por encontrar los mejores maestros y que los maestros se afanen por ser los mejores. Y se sujeta a los mejores pagándoles más, etc. 

Y en el pasado queda la dictatorial educación pública, llena de funcionarios grises que están dispuestos por cuatro perras a educar "cívicamente" a las nuevas generaciones en lo que el sacrosanto Ministerio sea capaz de idear.

Por todo esto lo verdaderamente democrático es la eliminación total de la educación pública y la liberalización de la educación.

El Estado sólo debe vigilar la adecuada calidad de la educación (como lo hace con los demás servicios básicos) por medio de inspectores y exámenes de Estado para garantizar el derecho a la educación.

Pero, para que sea real, la educación debe ser gratuita, por lo que se impone el cheque escolar: que el Estado de a cada familia una cantidad, la que sea necesaria, que garantice la educación de los hijos y que sean empresas privadas las que se encarguen de la educación.
Yo mandaría a los profesores funcionarios a la calle por decreto, y que monten escuelas y que trabajen como todo el mundo. Y que los que no valgan para este oficio valdrán para otro.

Y si no pueden hacer otra cosa prefiero pensionarles y alejarles de los alumnos. A la larga ahorraríamos mucho dinero. Porque no hay cosa peor para la economía y para la vida de las naciones que una mala educación.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Asamblea de los 2000 profesores


2000 profesores agitando las manitas: "que si hacemos huelga", "que si no", "que si ahora tenemos que decidir en los claustros", "que si los sindicatos no nos representan" y el Follonero azuzando contra el pp. Bonito panorama. Más de la mitad salieron de la asamblea jurando en hebreo. Y la otra mitad respiró, pues eran esos agentes sindicales que cobran sin dar una clase.


El sueldo del profesor en España es una miseria. Los beneficios sociales nulos. Las posibilidades de promoción no existen prácticamente. El prestigio social del profesor hace tiempo que está en números rojos. 

Es duro, lo sé. Y la vida diaria del maestro consiste en sufrir estoicamente, o saber evitar con astucia, un acoso constante y continuo de las madres y de los padres, de las administraciones, de las direcciones y jefaturas de estudios. Todo el mundo supone que el profesor es un imbécil y un vago, y por eso tienen que perseguirle para que no diga lo que piensa en clase, para que no haga lo que quiere, para que no evalúe correctamente.

La enseñanza en España es la salida profesional que tienen aquellos que no encuentran otra cosa mejor que hacer en la vida. Es la búsqueda del sueldo fijo, del Estado, para siempre. Una licenciatura y 72 temas de naderías y generalidades, que paralizan el pensamiento. Es relativamente fácil hacerse profesor. Lo difícil es seguir siéndolo, porque nadie enseña al profesor a serlo.

Aún con el sueldo fijísimo, los profesores están quemados. Sólo trabajan por ese sueldo querido que se incrementa de vez en cuando con una huelga general. Ese sueldo que permenece igual pase lo que pase, con ligeros incrementos del IPC, pero seguro. El sueldo que los bancos apetecen para dar préstamos e hipotecas. Bueno, a veces un alumno hace los deberes, y eso nos llena de satisfacción, pero es raro.

Los chicos pasan, abandonan 31% la Educación Secundaria Obligatoria sin haber concluido sus estudios, no tienen educación, ni cultura, ni preparación, pero pasan de curso, y el sueldo entra mes a mes.

Vacaciones de verano, de Semana Santa, de Navidad. Semana blanca, semana cultural, viaje de paso del ecuador. Puente, puente, puente. Y sueldo, sueldo, sueldo. Y extras.

Y a nadie le importa que un tercio de los españoles esté compuesto por medio analfabetos, que aprueben por la cara y para evitar presiones, insultos y amenazas a un energúmeno que no sabe ni quién es.

A nadie le importa que todo esto pase. Cuando en la situación de indigencia en la que se encuentra la Educación en España hay 2000 docentes que lo ven correcto y que sólo les interesan sus dos horitas o que aumente su ración de sueldo fijo fijísimo que se incrementa con el IPC poco a poco, la cosa está muy mal

Sobra el funcionariado en la Enseñanza. Sobra la gente que ve que un 31% de fracaso personal de los españoles es lo normal y piden que, por favor, les dejen dos horas de contemplación de su sueldo mensual que crece y crece con el IPC. Cada año, cada vez que sale el Informe Pisa para decirles que su labor es un fracaso.

Necesitamos docentes que no se presten a hacer el ridículo de esta manera, con la Sexta, silbidos, abucheos, sudor, demagogia y falta de solidaridad, cordura y diligencia.

http://www.youtube.com/watch?v=UZ4sppXt6z0

martes, 6 de septiembre de 2011

Crítica de Juan Arana a "Viaje al poder de la mente", de Punset

Reproduzco este artículo del Prof. Arana porque me parece que no se puede decir mejor lo que dice.

Testamento fallido.
Más sombras que luces en el reciente libro de Eduardo Punset.


Juan Arana. Universidad de Sevilla

Reseña de: Eduardo Punset. El viaje al poder de la mente. Los enigmas más fascinantes de nuestro cerebro y del mundo de las emociones. Destino. Barcelona (2010). 364 págs.
Versión ampliada de la reseña publicada en Aceprensa, 8 septiembre 2010 (n.º 66/10)
¿Qué ocurre cuando llega a tus manos un libro escrito por una persona que acumula una larga ejecutoria y goza de notoriedad pública, que ha rebasado ya los setenta años, que confiesa sufrir una importante cardiopatía y haber recibido tratamiento para superar un cáncer de pulmón? Lo más natural es que surja en ti un sentimiento de respeto y admiración. He aquí, te dices, un hombre que ha sabido afrontar los desafíos de la existencia y que tampoco desvía la mirada cuando la muerte le sale al paso. Abres el volumen como si estuvieras ante un testamento, no porque pienses que va a ser lo último que escriba —Dios no lo quiera—, sino porque esperas encontrar allí una sabiduría esclarecedora, una ayuda para solventar tus propios problemas.
En esa disposición de ánimo di comienzo a la lectura de El viaje al poder de la mente. Los enigmas más fascinantes de nuestro cerebro y del mundo de las emociones (Barcelona, Destino, 2010, 364 pp.), la más reciente obra del economista, político, divulgador y polígrafo Eduardo Punset. Una de las tesis que defiende en ella es que los hombres somos reacios a cambiar de opinión. ¡Ea!, al menos en este caso, ha conseguido que yo cambiara la mía: antes de empezarlo pensaba que estaba ante un trabajo serio e importante; ahora que lo he leído estoy convencido de que se trata de un mal libro. Malo de solemnidad, lo digo sin paliativos, aunque mantenga la consideración y deferencia que merece quien lo ha compuesto. Ojalá escriba él muchas más cosas y tenga yo oportunidad de leérselas, pero la misma gravedad de las circunstancias que he evocado en el párrafo anterior me obliga a prescindir de paños calientes a la hora de llamar a las cosas por su nombre. Tal vez esté profundamente equivocado, pero tampoco soy un niño, y creo que es urgente darle (y darme, en el caso de que se digne ejercer su derecho de réplica) la oportunidad de mejorar lo que sea mejorable, pues ya no estamos ninguno de los dos en situación de perder el tiempo con eufemismos e indirectas.
Encuentro en primer lugar que es un texto muy descuidado. Parece mentira que, disponiendo de toda una batería de documentalistas y revisores (mencionados en el apartado de agradecimientos), cometa tantos errores de bulto. ¿Ejemplos? Los hay a puñados: convierte en prusiano al polaco Copérnico (p. 15); otorga 150 años de vida a la teoría del Big bang, que empezó a esbozarse después de 1920 y sólo se consolidó en 1965 (p. 27); atribuye a Einstein el descubrimiento de formas de energía que repelen cuando desde la más remota antigüedad se conocen las fuerzas de impenetrabilidad, magnética y eléctrica, que son total o parcialmente repulsivas (p. 30); atribuye pensamiento no ya a los animales, sino a los fósiles de amonites (p. 38); pretende que cuando el agua se evapora sus moléculas se disocian en átomos de hidrógeno y oxígeno (p. 46); confunde los conceptos de densidad y peso (p. 48); coloca los bosques de Turingia «en plena Selva Negra», la cual está en la otra punta de Alemania (p. 148); convierte la «garnacha» en un vino impresentable hasta que lo redimieron en el Priorato, cuando se trata de una uva con la que al menos en la Rioja y Navarra siempre se hicieron excelentes claretes (p. 209)... A veces el desliz se prolonga hasta convertirse en novela: transforma a la buena anglicana Emma Darwin en ferviente católica (p. 165) y hace que el gran Charles se enamore perdidamente de ella, a pesar de que el diario privado del creador de la teoría de la evolución demuestra que jamás hubo una boda menos romántica y más fríamente premeditada (p. 271).
Si hay poco respeto a los hechos, tampoco encuentro deferencia alguna a las reglas de la lógica: menciona en cierto lugar una insospechada «fuerza de atracción repulsiva» (p. 16) con la que tal vez quiera aludir a la «gravedad negativa» que han popularizado los modelos cosmológicos inflacionarios. No menos sorprendente es que en otro pasaje se pregunte cómo «evitar las crisis inevitables» (p. 165), o que pretenda que el primer organismo existente sobre la tierra era heterótrofo, lo que significa —aclara por si quedaba alguna duda— que «se alimenta de otros» (p. 288). Tengo serias dudas sobre qué pudo comer entonces, dado que estaba solo en el escenario de la vida. También resulta perturbador que, tras explicar con detalle cómo nació la vida en «los mares y lagos» (p. 293), termine con la aseveración: «Todo sucedió en la atmósfera. La vida llovió del cielo» (p. 294). Si abundaran libros así, el principio de contradicción acabaría por dejar de tener sentido.
Todo lo anterior constituye una casuística penosa, pero a la vez es índice de algo de mayor calado. Estamos ante un autor que se ha dedicado con gran impacto mediático a la divulgación científica, noble arte que exige en quien lo ejerce mucho trabajo y una considerable dosis de modestia. Para llevar al gran público lo que se debate en los selectos cenáculos de los expertos hay que olvidarse de uno mismo. Se trata de actuar como abogado de los sabios ante los ignorantes, y de los ignorantes ante los sabios. Es comprensible que a la hora de confeccionar un programa de televisión la obtención de efectos a corto plazo prime sobre la mesura y el rigor. Ahora bien, cuando se escribe un libro hay que presuponer en el destinatario mayor discernimiento, aunque el objetivo sea colocar 150.000 ejemplares y más. De lo contrario resultará un producto apto para la venta masiva, pero que envejecerá antes de que acabe de secarse la tinta con que ha sido impreso. Para mí ha sido decepcionante comprobar que, en lugar de aprovechar la oportunidad que tenía para asentar las ideas y ahondar en sus presumibles consecuencias, ha optado por presumir de la amistad personal que le une a los grandes gurús de la ciencia actual y sacar de contexto resúmenes apresurados de sus descubrimientos. No es extraño que llegue a creer que también él ha hecho sustanciales aportaciones al progreso del conocimiento, sobre la amplia base empírica que le proporciona la observación de sus dos nietas y su perro Darwin. Más provechoso hubiera sido trabajar un poco más a fondo la bibliografía que aquellos autores han producido, en lugar de acumular anécdotas superficiales y comentarios realizados en passant. Así quizá hubiera evitado la penosa trivialización del conocimiento científico que caracteriza todo el libro, como por ejemplo cuando habla del principio de incertidumbre. En mecánica cuántica este principio concierne al límite en la precisión obtenible al medir simultáneamente ciertos pares de magnitudes físicas, lo cual imposibilita la completa adecuación a la realidad de las teorías que las utilizan. Se trata de algo muy importante, pero bastante técnico. Sin embargo, según Punset: «El principio de incertidumbre de Heisenberg significa que debemos vivir para siempre con probabilidades, no con certidumbres» (p. 84). Por la misma regla de tres podría habernos dicho que la teoría de la relatividad enseña que todo es relativo, o que el principio de conservación de la energía nos obliga a poner dobles ventanas en nuestro domicilio para evitar que se pierda la energía térmica de la calefacción.
Este modo de deformar el verdadero mensaje de la ciencia ya es de por sí suficientemente deplorable, pero además ni siquiera se atiene a lo que dice, puesto que en el caso referido, después de proscribir cualquier certidumbre, afirma literalmente en la página siguiente: «Se habrá recorrido en poco tiempo un camino que va de no saber nada sobre el funcionamiento de la memoria... a predecir su composición exacta en el curso del tiempo» (p. 85). ¿No habíamos quedado en que era imposible averiguar nada con exactitud? El caso señalado es uno entre un montón. La estrategia de extraer de las más abstrusas investigaciones recetas de aplicación inmediata a la vida humana provoca continuas salidas en falso, de las que luego hay que desdecirse para afirmar lo contrario. Así, anuncia en una ocasión que se ha descubierto «el minuto preciso» en que se originó el primer organismo replicante para matizar en el mismo párrafo: «aunque no podamos precisar cuándo surgió» (p. 293). Sospecho que el recurso al «donde dije digo, digo Diego» debe ser una marca de la casa, porque lo emplea incluso en cuestiones que nada tienen que ver con la ciencia o su curiosa filosofía socio-antropológica. Las consecuencias son a veces chistosas: hay un pasaje donde afirma que uno de los principales méritos de su escritor favorito, Stefan Zweig, es haberle descubierto a él (esto es, a Eduardo Punset) la vida y obra del ginecólogo Semmelweis (pp. 90-1). A continuación confiesa que no ha conseguido localizar en cuál de sus obras figura la correspondiente biografía, para acabar diciendo que lo que sabe del personaje «tal vez lo aprendiera en otros lugares» (p. 92).
Una cualidad que nadie regateará a Punset es el entusiasmo. Su libro sería un buen candidato al premio que destacara la más alta proporción de superlativos por página de la literatura universal. Va de sorpresa en sorpresa, de éxtasis en éxtasis... y de indignación en indignación, porque está convencido de que no se enseña en las escuelas ni se difunde como debiera todo lo que ha llegado a aprender en sus peregrinaciones por el mundo de la tecnociencia. Una cita nada más para ilustrar el procedimiento: «¿Cómo es posible que ninguna institución educativa, ningún ministro o ministra nos haya enseñado a ninguno de nosotros lo que era la transición de fase? ¿Cómo nos dejaron desde la más tierna infancia explorar la vida sin darnos los instrumentos, por lo menos conceptuales, para medir el pH de cualquier medio?» (p. 52). Y eso lo dice él, que estudió el bachillerato en Estados Unidos. A mí, que lo preparé por libre en un colegio pueblerino de la España franquista, me proporcionaron con toda naturalidad tanto la definición del pH como el papel tornasolado para hacer una valoración aproximada. A menudo el descubrimiento presuntamente silenciado es tan sabido y tan obvio, que uno se pregunta si Punset no confunde sus propias averiguaciones con las del resto de la humanidad, como si padeciese algo así como un «síndrome del descubrimiento del Mediterráneo», lo que le lleva a sentenciar: «En este libro nos estamos refiriendo a los grandes descubrimientos de los que nadie habla y que, no obstante han transformado la vida del ser humano corriente hasta niveles inimaginables» (p. 238). Para hacer honor a su compromiso, anuncia repetidamente el mayor descubrimiento de la ciencia, título efímero que pasa de unos hallazgos a otros (pp. 35, 130, 276), aunque lo habitual es que haya sido realizado hace menos de diez años por alguna de las grandes cabezas con las que tiene trato íntimo y sea objeto de conspiraciones judeo-masónicas para que pase desapercibido.
Hay personas que profesan convicciones humanísticas y/o religiosas y están prevenidas contra los mensajes de Eduardo Punset, porque presumen en él un sagaz defensor de los puntos de vista materialistas o cientificistas. Ojalá pudiera confirmar sus temores, porque considero que tanto el materialismo como el cientificismo constituyen desafíos teóricos muy serios, que todo el que crea en Dios o en el Hombre debiera conocer y discutir en profundidad. Pero por desgracia no es el caso. Su orientación doctrinal apunta por supuesto en esas direcciones, pero los argumentos sustantivos que aporta para abonarlas son demasiado flojos. A pesar de no ser materialista ni cientificista, los conozco mucho mejores. En el fondo, lo que define mejor su ubicación en el espectro ideológico es el sincretismo. Como en una batidora mezcla casi todas las consignas y opiniones de uso corriente, sin averiguar hasta qué punto casan unas con otras. Los Leitsmotivs en los que más insiste en El viaje al poder de la mente son: la importancia de cambiar de opinión (aunque sin especificar cómo, cuándo ni por qué); nuestra insignificancia en el conjunto de cosmos (una sentencia repetida ad nauseam desde Freud para acá , enraizada en viejos tópicos de la ascética cristiana y que ahora propone como gran novedad); la conveniencia de tomar decisiones sin estar demasiado informado (en lo cual, hay que confesarlo, Punset es modélico, véase p. 105); la utilidad de dejar de ser racionales para dar paso a la intuición y al mismo tiempo la ventaja de seguir siéndolo para no desautorizar a la ciencia (en ocasiones sugiere obscuramente que la ciencia es la única instancia competente para efectuar una especie de hara-kiri de la razón). También figuran entre las tesis capitales del libro que la inteligencia y la especificidad irrepetible de los humanos son, junto con el pensamiento autoritario y dogmático, fuente de infelicidad, violencia y terrorismo; que es más importante desaprender que aprender (frente en el que, a la vista del rumbo que está llevando últimamente el sistema educativo, estamos haciendo muchos progresos). Propugna asimismo superar a Darwin para redescubrir y dar nueva validez a Lamarck. Por último, aboga para que cambiemos la identidad genética y epigenética de nuestra especie, a fin de convertirnos en entes clorofílicos capaces de nutrirnos del sol y el aire... Si alguien opina que esta última tesis es demasiado demencial para ser defendida por una autoridad tan solvente como Eduardo Punset, vaya a la p. 291, en la que aparece un esbozo del hombre del futuro con ramas y hojas brotando de su frente, o la 309, en que apremia a los padres progresistas para que bauticen a sus hijas (por lo civil, claro está) con el nombre de Elysia chlorotica, una babosa de color verde que, por medio de la ingesta de algas y el trasiego de genes, ha conseguido incorporar cloroplastos a sus células.
Es fácil imaginar el cesto que se acaba fabricando con estas mimbres. Ignoro qué tanto por ciento de los numerosos compradores del libro habrá conseguido llegar a los capítulos finales. Los que hayan superado la prueba encontrarán sabrosos párrafos en los que, según mi poco autorizado juicio, el autor desbarra a sus anchas sin el menor apuro: «En cualquier otro animal pensamos que la dieta es muy importante para conformar el organismo, y no obstante, la gente no tiene asumido, apenas ha pensado en ello, que no podemos vivir sin comida cocinada. Las mujeres no pueden reproducirse sin comida cocinada. Incluso un varón, si sólo se alimenta de comida cruda, deja de producir esperma» (p. 250).
Idéntica falta de seriedad revelan los ataques a la religión, aunque he de reconocerle la originalidad de no sacar a relucir el caso Galileo. En realidad, el único argumento que usa para demostrar la inevitabilidad del conflicto entre la ciencia y la fe es la perspectiva —inmediata según él— de sintetizar bacterias en los laboratorios (p. 166). Un escrúpulo poco comprensible, habida cuenta que la teoría de la generación espontánea estuvo en vigor hasta el siglo XIX. Quizá se deba a que el supercatólico Pasteur fue quien la refutó. Lo cierto es que incluso Tomás de Aquino pensaba que bastaban causas meramente físicas para producir, no ya microbios, sino insectos, sabandijas y hasta ratones.
Uno esperaría encontrar proyectiles de más grueso calibre en el arsenal de un ateo o un materialista digno de ser escuchado. El de mayor poder ofensivo sería alegar que bastan las leyes descubiertas por la ciencia o las causas naturales vislumbradas por la razón para explicar el entendimiento y la voluntad humanas, o bien el surgimiento y destino final del universo. Conviene recordar que Punset ha publicado en 2006 otro libro con el provocativo título de El alma está en el cerebro, pero, francamente, decir que el alma está en el cerebro no tiene mayor trascendencia que pretender que también lo está en la habitación, ciudad o planeta donde ese cerebro se ubica. Para el caso, lo mismo daría afirmar que el hombre conserva su alma en el almario. Lo importante, lo decisivo, lo que pondría en aprietos la fe de una persona adulta y mínimamente informada, es si se puede o no describir con exactitud y predecir sin ambigüedad el conjunto de impulsos nerviosos que, partiendo de la incidencia de la luz en la retina, desemboca en la estimulación de las neuronas motoras que activan la respuesta deliberada y consciente a la información que aquella luz aportó. Todo lo demás son metáforas. Ahora bien, en un mundo regido por la indeterminación cuántica y donde campea la dinámica de sistemas complejos, pretender tal cosa es una pura imposibilidad. Es elogiable la búsqueda de localizaciones cerebrales para las funciones de la mente, aunque con las técnicas disponibles de tomografía por emisión de positrones o resonancia magnética funcional la resolución espacio-temporal es todavía muy baja (estas pruebas no registran la actividad nerviosa propiamente dicha, sino sus concomitancias metabólicas y circulatorias). Ojalá den con procedimientos de mayor refinamiento. También hay que alabar y fomentar el estudio de los mecanismos biológicos asociados a la memoria, la motivación e incluso la reflexión consciente, ¡faltaría más! Pero hay buenas razones para cuestionar que por esta vía se llegue pronto o tarde a una completa reducción materialista de la mente. Punset pretende que el cerebro, lejos de ser el mecanismo más sofisticado del universo, es un mero apaño evolutivo (p. 287), como si ambas cosas fueses incompatibles. Si se conocieran otros mecanismos —hasta donde la palabra «mecanismo» sea apropiada en este contexto— más complejos, bueno sería que los mencionara. Y en todo caso, no se trataría de un único apaño, sino de una cadena ininterrumpida de ellos que ha tardado miles de millones de años en completarse. Hasta que sea descubierto otro objeto más intrincado aún, no conocemos ninguno con tantas bifurcaciones y vericuetos, ninguna estructura que constituya un desafío comparable para cualquier esfuerzo de racionalización unívoca. El propio Punset acaba reconociendo que en lo tocante a las decisiones morales, «es incluso una cuestión abierta saber hasta qué punto tenemos la opción de elegir» (p. 170). ¡Y dice eso inmediatamente después de haber conjeturado la existencia de un mecanismo biológicamente predeterminado para emitir juicios morales! (p. 168). Difícilmente podría darse mayor incoherencia entre una toma de postura materialista y un corolario que abre la puerta a la presencia de libertad en sentido fuerte.
En un mundo cada día más necesitado de auténtico diálogo interdisciplinar, es una pena que quien está en una posición inmejorable para llevarlo a cabo malogre sus esfuerzos y deje a la clientela sin la oportunidad de conocer la proyección que el trabajo de la comunidad científica tiene sobre la vida humana. Coquetear con las modas intelectuales e improvisar genialidades sobre la marcha no es la mejor receta para aportar discernimiento a nuestro atribulado mundo. Por todo ello considero que la obra recensionada es un testamento fallido. Lo valiente no quita lo cortés, y diré para terminar que, a pesar de sus años y enfermedades, pocas personalidades alberga nuestro país con tantas ilusiones y juventud de espíritu como Eduardo Punset. Ello me hace concebir la esperanza de que los defectos señalados (en la medida en que sean tales) desaparezcan en la próxima entrega que recibamos de él, de modo que en lugar de la censura lo obligado sea el aplauso.

viernes, 26 de agosto de 2011

Guerra de vídeos

Curiosas las reacciones de la prensa, en especial de El Mundo con la polémica artificial sobre si la polícía cargó más de la cuenta en la manifestación anticatólica.

Es el mundo alrevés: los agredidos no son los ciudadanos de todas las nacionalidades que fueron insultados en Madrid. Los agredidos no son los policías que recibieron piedras e insultos. Los agredidos no son los ciudadanos de Madrid que no pueden pasear por la calle. No. Ahora los agredidos son los intransigentes los que organizan una manifestación ilegal, los que se dedican a insultar a las personas por sus creencias religiosas y a insultar a las fuerzas del orden por cumplir su trabajo, los que desafían a la autoridad democrática y se pasan los derechos humanos por el arco del triunfo  (hay que recordar que la libertad religiosa está recogida en la Declaración de Derechos).

¡Pobres víctimas los periodistas que no ven las cosas claras!

lunes, 22 de agosto de 2011

Los indignados se indignan

Tras la JMJ los indignados están más indignados que nunca:
  • Indignados con su vida, indignados de ver que muy buena parte de la juventud pasa olímpicamente de su movida trasnochada.
  • Indignados porque no tuvieron agresiones de los peregrinos, sólo indiferencia y oraciones.
  • Indignados porque los doscientos que se juntaron para la foto de Público no lograron acallar a los dos millones de jóvenes.
  • Indignados con la policía, que no permitió la disolución de la "contramanifestación convocada por el Papa".
  • Indignados porque su política aprendida de ETA no funcionó: "primero le mato y si usted se defiende aquí lo que hay es un conflicto que hay que arreglar, eso sí, de igual a igual"
  • Indignados al fin porque su ideología agoniza con los Castro y los Chavez, y Madrid se llenó de banderas de las exrepúblicas liberadas del comunismo.
  • Indignados por las palabras del Papa, que retumban todavía en su conciencia
Y la gente de la calle indignada con los indignados, que han convertido la protesta popular contra la pobredumbre moral de nuestra democracia en un grupo de ultraizquierda con el reloj parado hace 50 años.

viernes, 19 de agosto de 2011

Discurso del Papa a los profesores universitarios

El Escorial 19.08.2011

Señor Cardenal Arzobispo de Madrid, Queridos Hermanos en el Episcopado, Queridos Padres Agustinos, Queridos Profesores y Profesoras, Distinguidas Autoridades, Amigos todos


Esperaba con ilusión este encuentro con vosotros, jóvenes profesores de las universidades españolas, que prestáis una espléndida colaboración en la difusión de la verdad, en circunstancias no siempre fáciles. Os saludo cordialmente y agradezco las amables palabras de bienvenida, así como la música interpretada, que ha resonado de forma maravillosa en este monasterio de gran belleza artística, testimonio elocuente durante siglos de una vida de oración y estudio. En este emblemático lugar, razón y fe se han fundido armónicamente en la austera piedra para modelar uno de los monumentos más renombrados de España.


Saludo también con particular afecto a aquellos que en estos días habéis participado en Ávila en el Congreso Mundial de Universidades Católicas, bajo el lema: “Identidad y misión de la Universidad Católica”.


Al estar entre vosotros, me vienen a la mente mis primeros pasos como profesor en la Universidad de Bonn. Cuando todavía se apreciaban las heridas de la guerra y eran muchas las carencias materiales, todo lo suplía la ilusión por una actividad apasionante, el trato con colegas de las diversas disciplinas y el deseo de responder a las inquietudes últimas y fundamentales de los alumnos. Esta “universitas” que entonces viví, de profesores y estudiantes que buscan juntos la verdad en todos los saberes, o como diría Alfonso X el Sabio, ese “ayuntamiento de maestros y escolares con voluntad y entendimiento de aprender los saberes” (Siete Partidas, partida II, tít. XXXI), clarifica el sentido y hasta la definición de la Universidad.


En el lema de la presente Jornada Mundial de la Juventud: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (cf. Col 2,7), podéis también encontrar luz para comprender mejor vuestro ser y quehacer. En este sentido, y como ya escribí en el Mensaje a los jóvenes como preparación para estos días, los términos “arraigados, edificados y firmes” apuntan a fundamentos sólidos para la vida (cf. n. 2).


Pero, ¿dónde encontrarán los jóvenes esos puntos de referencia en una sociedad quebradiza e inestable? A veces se piensa que la misión de un profesor universitario sea hoy exclusivamente la de formar profesionales competentes y eficaces que satisfagan la demanda laboral en cada preciso momento. También se dice que lo único que se debe privilegiar en la presente coyuntura es la mera capacitación técnica.


Ciertamente, cunde en la actualidad esa visión utilitarista de la educación, también la universitaria, difundida especialmente desde ámbitos extrauniversitarios. Sin embargo, vosotros que habéis vivido como yo la Universidad, y que la vivís ahora como docentes, sentís sin duda el anhelo de algo más elevado que corresponda a todas las dimensiones que constituyen al hombre. Sabemos que cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediato se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder. En cambio, la genuina idea de Universidad es precisamente lo que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de lo humano.


En efecto, la Universidad ha sido, y está llamada a ser siempre, la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana. Por ello, no es casualidad que fuera la Iglesia quien promoviera la institución universitaria, pues la fe cristiana nos habla de Cristo como el Logos por quien todo fue hecho (cf. Jn 1,3), y del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios. Esta buena noticia descubre una racionalidad en todo lo creado y contempla al hombre como una criatura que participa y puede llegar a reconocer esa racionalidad. La Universidad encarna, pues, un ideal que no debe desvirtuarse ni por ideologías cerradas al diálogo racional, ni por servilismos a una lógica utilitarista de simple mercado, que ve al hombre como mero consumidor.


He ahí vuestra importante y vital misión. Sois vosotros quienes tenéis el honor y la responsabilidad de transmitir ese ideal universitario: un ideal que habéis recibido de vuestros mayores, muchos de ellos humildes seguidores del Evangelio y que en cuanto tales se han convertido en gigantes del espíritu. Debemos sentirnos sus continuadores en una historia bien distinta de la suya, pero en la que las cuestiones esenciales del ser humano siguen reclamando nuestra atención e impulsándonos hacia adelante.


Con ellos nos sentimos unidos a esa cadena de hombres y mujeres que se han entregado a proponer y acreditar la fe ante la inteligencia de los hombres. Y el modo de hacerlo no solo es enseñarlo, sino vivirlo, encarnarlo, como también el Logos se encarnó para poner su morada entre nosotros. En este sentido, los jóvenes necesitan auténticos maestros; personas abiertas a la verdad total en las diferentes ramas del saber, sabiendo escuchar y viviendo en su propio interior ese diálogo interdisciplinar; personas convencidas, sobre todo, de la capacidad humana de avanzar en el camino hacia la verdad. La juventud es tiempo privilegiado para la búsqueda y el encuentro con la verdad. Como ya dijo Platón: “Busca la verdad mientras eres joven, pues si no lo haces, después se te escapará de entre las manos” (Parménides, 135d). Esta alta aspiración es la más valiosa que podéis transmitir personal y vitalmente a vuestros estudiantes, y no simplemente unas técnicas instrumentales y anónimas, o unos datos fríos, usados sólo funcionalmente.


Por tanto, os animo encarecidamente a no perder nunca dicha sensibilidad e ilusión por la verdad; a no olvidar que la enseñanza no es una escueta comunicación de contenidos, sino una formación de jóvenes a quienes habéis de comprender y querer, en quienes debéis suscitar esa sed de verdad que poseen en lo profundo y ese afán de superación. Sed para ellos estímulo y fortaleza.


Para esto, es preciso tener en cuenta, en primer lugar, que el camino hacia la verdad completa compromete también al ser humano por entero: es un camino de la inteligencia y del amor, de la razón y de la fe. No podemos avanzar en el conocimiento de algo si no nos mueve el amor; ni tampoco amar algo en lo que no vemos racionalidad: pues “no existe la inteligencia y después el amor: existe el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de amor” (Caritas in veritate, n. 30). Si verdad y bien están unidos, también lo están conocimiento y amor. De esta unidad deriva la coherencia de vida y pensamiento, la ejemplaridad que se exige a todo buen educador.


En segundo lugar, hay que considerar que la verdad misma siempre va a estar más allá de nuestro alcance. Podemos buscarla y acercarnos a ella, pero no podemos poseerla del todo: más bien, es ella la que nos posee a nosotros y la que nos motiva. En el ejercicio intelectual y docente, la humildad es asimismo una virtud indispensable, que protege de la vanidad que cierra el acceso a la verdad. No debemos atraer a los estudiantes a nosotros mismos, sino encaminarlos hacia esa verdad que todos buscamos. A esto os ayudará el Señor, que os propone ser sencillos y eficaces como la sal, o como la lámpara, que da luz sin hacer ruido (cf. Mt 5,13-15).


Todo esto nos invita a volver siempre la mirada a Cristo, en cuyo rostro resplandece la Verdad que nos ilumina, pero que también es el Camino que lleva a la plenitud perdurable, siendo Caminante junto a nosotros y sosteniéndonos con su amor. Arraigados en Él, seréis buenos guías de nuestros jóvenes. Con esa esperanza, os pongo bajo el amparo de la Virgen María, Trono de la Sabiduría, para que Ella os haga colaboradores de su Hijo con una vida colmada de sentido para vosotros mismos y fecunda en frutos, tanto de conocimiento como de fe, para vuestros alumnos