jueves, 15 de septiembre de 2011

Por el desmantelamiento de la Enseñanza Pública



La enseñanza, hasta el siglo XIX (hubo en el siglo XVIII una Real Cédula de Carlos III que predicaba la enseñanza para todos, pero no llegó a darse hasta 1900) era cuestión privada: la familia que no quería, podía o sabía enseñar a sus hijos -y tenía recursos- se los encomendaba a la Iglesia o a algún maestro que daba clases particulares a dos, tres, cuatro o diez niños. Los que no tenían dinero, directamente, no estudiaban.
 
 
Desde 1900 hasta 1937 la enseñanza en España fue un caos monumental, no llegaron a escolarizar ni al 40% de la población, aunque se formó la estructura de la instrucción tal y como la conocemos. Mucho tenía que invertir el Estado para lograr el mentado Derecho a la Instrucción pública, pero las crisis, la revoluciones, los cambios de gobierno, las guerras, etc. no dejaron asentar la educación como un derecho.

Con la dictadura de Franco, con perdón, entramos en el periodo más fructífero de la instrucción pública, que pasa a llamarse Educación del Estado y que logra por primera vez en la historia la universalidad, la gratuidad y la plena escolarización no sólo de la primaria, sino también de la secundaria y del bachillerato, dejando la puerta abierta a la supermasificación de la Universidad, que vendrá al desaparecer el régimen.

Muchas de las familias que al terminar la guerra no eran más que obreros analfabetos -hijos, nietos y bisnietos de obreros analfabetos- lograron que sus hijos estudiasen en las escuelas estatales, y éstos consiguieron a su vez que sus hijos hiciesen carreras universitarias.

Lo siento por la izquierda a la que tanto le gusta la educación pública de calidad, pero ésta es fruto del totalitarismo franquista (junto con la sanidad pública y la Seguridad Social). Lo que llaman hoy Estado de bienestar es la herencia de aquella dictadura, que para lograr la paz tuvo que arreglar el “problema social”. (Aunque lo saben muy bien, porque sus padres estudiaron gracias a Franco y sus abuelos no).

Allí donde no hay dictadura florece la privada, que es lo que todo el mundo apetece en su sano juicio. Y la democracia, como no podía ser de otro modo, se caracteriza por el auge de la enseñanza privada, que en libre concurrencia hace que las escuelas se afanen por encontrar los mejores maestros y que los maestros se afanen por ser los mejores. Y se sujeta a los mejores pagándoles más, etc. 

Y en el pasado queda la dictatorial educación pública, llena de funcionarios grises que están dispuestos por cuatro perras a educar "cívicamente" a las nuevas generaciones en lo que el sacrosanto Ministerio sea capaz de idear.

Por todo esto lo verdaderamente democrático es la eliminación total de la educación pública y la liberalización de la educación.

El Estado sólo debe vigilar la adecuada calidad de la educación (como lo hace con los demás servicios básicos) por medio de inspectores y exámenes de Estado para garantizar el derecho a la educación.

Pero, para que sea real, la educación debe ser gratuita, por lo que se impone el cheque escolar: que el Estado de a cada familia una cantidad, la que sea necesaria, que garantice la educación de los hijos y que sean empresas privadas las que se encarguen de la educación.
Yo mandaría a los profesores funcionarios a la calle por decreto, y que monten escuelas y que trabajen como todo el mundo. Y que los que no valgan para este oficio valdrán para otro.

Y si no pueden hacer otra cosa prefiero pensionarles y alejarles de los alumnos. A la larga ahorraríamos mucho dinero. Porque no hay cosa peor para la economía y para la vida de las naciones que una mala educación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario