jueves, 8 de marzo de 2012

El profesor no es un trabajador

Contó el cardenal Rouco, en un encuentro con la comunidad universitaria, que unas monjas de Madrid se negaron en rotundo a tener Seguridad Social. Alegaban que ellas vivían de la caridad y que si algún día les faltase para vivir pues que ayunarían o morirían de hambre, pero que ellas vivían de la Providencia y no querían de ningún modo que les diesen una pensión como si fuesen trabajadoras.

Y es que es tan absurdo creer que las monjas son trabajadoras del rezo como que los profesores universitarios lo son de la clase.

Entiéndase bien, ser trabajador no es malo. Lo que es malo es creeer que todos tienen que serlo. El rey, por ejemplo, tampoco es trabajador, ni el Presidente del Gobierno. A los trabajadores se les da un dinero por hacer lo que saben hacer en un tiempo.

Todo el mundo sabe reinar, rezar o enseñar. La cosa está en que algunos, pocos, estamos llamados a hacer algunas cosas que no las hacemos por dinero. Y los que las hacemos, pese a estar en el espacio y el tiempo haciendo una labor y pese a que nos den un dinero a cambio, no somos trabajadores. Como los artistas ¿con qué dinero vas a pagar a un artista? ¿le vas a hacer fichar? ¿si está enfermo le sustituyes? Como las amas de casa. Como los jueces.

No. Un profesor no es un trabajador pese a que se le quiera reducir a tal. El profesor no tiene que tener un horario y unos derechos y deberes. Su horario: todo. Sus deberes: enseñar. Su derecho: a ser tratado como tal. No como trabajador, no como autoridad. Con respeto. Con veneración. Con benevolencia.

Cosas que da vergüenza pedir, o que cuando se piden ya está todo perdido.

Y pretenden que seamos "trabajadores" como los demás, que fichemos, que bajemos la cabeza ante la autoridad competente, que digamos en clase lo que los políticos quieren que digamos. Que formemos parte de la comunidad universitaria "como  colectivo más".

El profesor universitario tiene una jornada de 24 horas. Como el Rey, como los artistas, como las amas de casa. Tiene un compromiso inquebrantable con la verdad. No tiene jefes porque no es un trabajador, no forma parte de la comunidad universitaria porque él es la universidad. Los cargos en la Universidad los detentan profesores, no cualquiera.  Y son encargos, profesores encargados del papeleo, no jefes.

El profesor universitario tiene que "responder a las inquietudes últimas y fundamentales de los alumnos", y esto no está en un contrato. Tiene que velar por que en su clase se enseñe la ciencia conocida, aunque esto duela al poderoso o al gobernante. Por eso existe la libertad de cátedra y eso que antes de la ANECA se llamaba autonomía universitaria.

Como decía BXVI en EL Escorial:

El profesor universitario tiene "el honor y la responsabilidad de transmitir ese ideal universitario (...) con ellos nos sentimos unidos a esa cadena de hombres y mujeres que se han entregado a proponer y acreditar la fe ante la inteligencia de los hombres. Y el modo de hacerlo no solo es enseñarlo, sino vivirlo, encarnarlo, como también el Logos se encarnó para poner su morada entre nosotros. En este sentido, los jóvenes necesitan auténticos maestros; personas abiertas a la verdad total en las diferentes ramas del saber, sabiendo escuchar y viviendo en su propio interior ese diálogo interdisciplinar; personas convencidas, sobre todo, de la capacidad humana de avanzar en el camino hacia la verdad", etc.

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