miércoles, 5 de septiembre de 2012

Lo corruptible se corrompe

Lo común en la naturaleza y en los hombres es la corrupción.
La tendencia al bien -que enseñamos- es más bien una anomalía en el animal humano. Digamos que una característica observable que nos deja  sin palabras y por la que nombramos a todo el ser, es decir, lo definimos, lo discriminamos del resto de los seres. Como unos bonitos ojos que, realmente, ocupan sólo un centímetro cuadrado sobre dos metros cuadrados de piel, en el mejor de los casos, y sirven en cambio para referirnos a toda la persona, y justifican su existencia. Igualmente la tendencia al bien, si se sabe ver, identifica y justifica al ser huamano
Por ser la tendencia al bien algo accesorio pero sorprendente hay que enseñarla, porque si no se aprende a ver se queda uno con la inevitable corrupción, el egoísmo, que siendo común en toda la naturaleza, no dice nada del hombre.
Por eso los corruptos son animalistas: porque se olvidan de esa tendencia misteriosa al bien y se quedan con la tónica general de la corrupción natural.
La cuestión ética es hacer que se vea más, que se desarrolle, que luzca la tendencia al bien y que se aminore el resto.


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