martes, 9 de octubre de 2012

El idiota

ADVRTENCIA: Sólo un idiota puede darse por aludido ante este pensamiento pero, como sé que va a ocurrir por la propia naturaleza del idiotismo, quiero hacer constar que esta caricatura está hecha de recortes de varias personas que se han cruzado en mi camino, para mi desgracia, alumnos y no alumnos, en distintas instituciones educativs de todos los niveles académicos y que "cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia".

Se trata del idiota, una nueva especie no descrita hasta ahora. Se trata, por tener una aproximación general: aquél que es rematadamente tonto pero que -nadie sabe por qué- se cree que es un Einstein poco valorado por "el mundo" (el mundo se divide en el idiota y el resto).

El idiota no es el imbécil, el resistente anticultural que le da alergia todo lo que no sea fútbol. Ése fue descrito por el profesor Sánchez Tortosa en el libro El profesor en la trinchera. Tampoco es el idiota como un cojo, que necesita ayuda de los demás, como un infeliz, que describió Fernando Savater , que en su Ética para Amador describía con su tipología (los que no saben lo que quieren, ni les importa el averiguarlo; los que todo lo quieren, tan solo por ansia de poder; los que saben lo que quieren pero no ponen suficiente empeño en conseguirlo, no luchan por ello, los que siempre quieren lo que opina la mayoría, o justamente lo contrario, siempre están en contra de lo que opina la mayoría).

El idiota es moderno casi nace con la democracia (la sucesión de dos fenómenos en el tiempo no supone una relación causal), acaba de llegar como quien dice. De hecho la palabra se usaba para designar al que tenía, como decían los académicos muy poéticamente: "ayuno de toda instrucción" y viene a ser el que no sabe más que su lengua propia e inculta, es decir, el que no tiene latines. Pero llegó a ser entendido tal y como yo lo entiendo y describo, en 1970. Curiosamente con la primera Ley que empezó la caída empicada de la educación en España (la sucesión de dos fenómenos en el tiempo no supone una relación causal).


El idiota, considerado por la RAE como "persona engreída, sin fundamento para ello" es al que yo me refiero. Evidentemente no al que le faltan lenguas, ni al que padece idiocia, sino el que muestra un engreimiento, una soberbia y una evidente dependencia del grupo que se muestra por gestos chulescos y reacciones infantiles para llamar la atención constantemente.

Piensa el idiota que siempre tiene que ser el centro , y por eso lo pasa realmente mal cuando no tiene nada que decir o por el tono o la forma de la clase no puede decir nada. Entonces empieza a maquinar de qué manera intervenir hasta que logra hacerlo con una gracia, una opinión inmediata, una pregunta o una rotunda negación.

Lo que no está claro es si nace o se hace, es decir, si está el gen de la estupidez en algún lugar oculto del genoma o si uno va haciéndose poco a poco. Hay una teoría, por constatar, que afirma que si en un momento determinado de la infancia el chaval o la chavala reciben una amonestación instanténea de la conducta no verbal ni gestual (bofetada), la tontería se desvanece y crecen fuertes y sanos de espíritu. Pero nadie sabe el momento exacto.

El alumno idiota quiere ser el centro y asume que lo que dice el profesor está al mismo nivel o un poco por abajo de lo que él sabe. Está de vuelta de todo. Todo lo sabe, nada le puede ser enseñado.


Los idiotas dan cierta pena, es verdad, pero también alegrías, como cuando oyes:  "¡Es la primera vez que oigo una cosa así!" (en una clase); "usted pueden pensar eso, que es verdad, pero déjeme que yo piense lo contrario"; "no me va a convencer con argumentos", etc. Pues en su imaginario piensa que él lo sabe todo y el profesor, pobre, no es más que un pringadete que le pagan para entretenerle.

El anecdotario de alumnos idiotas a lo lago de mis años de docencia es enorme, desde aquél que quería que le eximiese de clase porque él ya sabía de la asignatura (y en ese mismo momento un examen superficial mostró no sólo lagunas, sino océanos de desconocimiento), hasta aquél otro que después de pasarse todo el semestre en primera fila fue con diez chuletas al examen (pero se lo sabía de memoria, era sólo para demostrarse a sí mismo que podía copiar "como todos").

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