martes, 20 de mayo de 2014

El Fútbol y la Universidad


Quizá jugar al fútbol pueda ser una buena vía de escape tras largas horas de estudio. Quizá el fútbol practicado sea lo más adecuado para un joven si la otra opción es la borrachera, y quizá por eso en el mundo anglosajón el fútbol y la universidad conviven de manera más o menos digna, y hasta armoniosa. Quizá el deporte pueda ser sano para un organismo en crecimiento y haya valores como la camaradería, la superación, etc. 

Pero en todo caso entendido como un deporte comunitario de competición, como lo era en sus inicios. Esto significa que el fútbol servía para unir comunidad, para fortalecer a la naturaleza, para eliminar el estrés, etc. Y si además le acompañaban estas animadoras de la foto mejor que mejor.

Pero el Fútbol de La Tele es otra cosa: 

1. En primer lugar ya no es un deporte. Los futbolistas son lo de menos en todo el negocio del fútbol. Importan las primas, los contratos, la publicidad, las retransmisiones y las retribuciones. 

2. En segundo lugar ver el fútbol es una pérdida de tiempo que genera personas menos inteligentes que no se preguntan cosas complejas o de respuesta incómoda. Por lo tanto no puede ser para universitarios que necesitan ese tiempo para pensar. 

(Aunque respeto profundamente a los que han decidido renunciar a pensar y a vivir a lo grande, a los que quieren no crecer y prefieren encender La Tele a diario para ver el Fútbol antes que conversar, leer o salir a dar una vuelta. Están en su libertad y creo que son necesarios, que son los "silencios en la sinfonía de la vida", Nietzsche dixit, necesarios, sí, pero sin gracia).

3. El Fútbol es, en tercer lugar, el escenario de las peores pasiones, donde aflora el nacionalismo más bajo, el espíritu tribal y violento, el patrioterismo de pandereta. Por ello en el escudo de la FIFA se puede leer, el que sepa, aquello de "No rebuznaron en balde / el uno y el otro alcalde".

Efectivamente el fútbol no encaja en la Universidad de ninguna de las maneras: la Universidad es el espacio donde se enseña la más alta cultura, elaborada a lo largo de unos 6000 años, donde se transmite, se experimenta y se descubre poco a poco la verdad. 

Efectivamente la Universidad debe vibrar con el descubrimiento de una verdad y debe entusiasmarse al ver a sus egresados alcanzar las más altas cotas de humanidad, debe sentirse satisfecha al ver cómo sus alumnos ascienden por el camino del conocimiento, convertidos en ciudadanos ejemplares y mejores cristianos, etc. 


En definitiva, el Fútbol y Universidad, como el aceite y el agua, no pueden ni deben mezclarse 


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