lunes, 4 de agosto de 2014

Fiat voluntas tua

Choléramorbus
Dios que es suma bondad
Y aquí bebiendo nos tiene
¡Será porque nos conviene!
¡Hágase su voluntad!

Es curioso que muchas personas religiosas estén convencidas de que lo que Dios quiere y les pide hacer es precisamente lo que ellos quieren y ya están haciendo... Encuentro al menos tres razones que explican la coincidencia entre la voluntad del Todopoderoso y del Todovolente humano:

1. Esos hombres que descubren que Dios les pide hacer lo que ellos ya querían hacer, tienen una mente perfecta y con clarividencia infinita, y -como es lógico- coincide siempre su idea con la de Dios.
2. Los que en un momento dado dicen hacer la voluntad de Dios hacen en realidad lo que quieren, actúan y luego se dan razones teológicas si sale bien y, si no, callan y olvidan.
3. Los hombres que creen así, cuando dicen "dios" no hablan de Dios, sino de un δαίμων, un dios de andar por casa, un ser creado a imagen y semejanza del hombre, que cree y piensa lo que él cree y piensa.

Me consta que al menos algunos de los que creen hacer la voluntad de Dios no son precisamente de una clarividencia infinita y también puedo constatar que lo que se dice que Dios quiere está alejadísimo de lo que es lo bueno, por lo que debemos descartar la primera razón por razones circunstanciales, sin entrar en la esencia de Dios y del hombre ni dada de nada.

La segunda, la idea del apriorismo, puede ser considerada desde la psicología: olvidamos con facilidad las cosas negativas y las que no nos sirven para actuar, por lo que es más fácil que se nos olviden las falsas intuiciones y las falsas claridades que tuvimos para optar por los fracasos. Es más fácil que nos hagamos una idea de lo que tenemos es lo que Dios quiso para nosotros y que creamos recordar que "lo vimos claro". Sobre esta peculiaridad es habitual achacar a Dios los triunfos y los fracasos a los hombres (al menos en público). En todo caso no vale para todos los casos y necesitamos la tercera razón, porque esto no es más que una fenomenología de la creencia.

La tercera es la más compleja, aunque creo que es la más correcta: los humanos nos creamos un dios particular, un dios que es mediador entre el mundo real de lo trascendente y nuestro mundo. El dios-particular-personal tiene la primera característica en que no es capaz de llevar la contraria al dueño. Porque aquí el dueño es el hombre, el que tiene primacía ontológica. 

En la religión vulgar (muy respetable, pero vulgar) se confunde este dios con Dios (y también el dios de cada nación, el dios cultural, pero eso lo dejamos para otro momento) y se pasa de uno a otro sin demasiado complejo. Por eso es compatible el Dios-de-la-Justicia absoluta con el dios-que-te-ayuda-a-aparcar-un-sábado en el centro de Madrid. O el dios al que no le importa en absoluto tus faltas, pero castiga a los demás; o el dios que por unas cuántas avemarías te aprueba una asignatura de 6 ECTS, o hace que tu jefe se vaya a otra empresa. Un dios aliado de tus debilidades, que quiere a quien quieres y cuando dejas de quererlo también lo abandona. 

El dios particular se usa muy a menudo para atacar al contrario en ambientes religiosos. "Mi facción (grupo, secta, casta, clase) es la que Dios prefiere"; "si Dios con nosotros ¿Quién contra nosotros?"; "somos el pueblo elegido"; "Gott mit uns", "¡Que sea la voluntad de Dios!" (es decir, ¡que ganemos!). 

Este dios particular de cada uno puede ser muy peligroso si no se sabe tratar, pues es el que justifica la traición, el robo, o incluso el odio entre cristianos. Y está muy ligado a la intolerancia religiosa, pues si confundimos a Dios con nuestra idea de Dios, cualquiera que la ponga en duda pasa a ser un hereje. 

Esta confusión nos lleva muchas veces a errores teológicos graves, porque si achacas a la ayuda de Dios la batalla ganada, la perdida la debes achacar también a Él, y se daría la paradoja de que Dios quiere o permite el mal, cosa que es contradictoria o, peor aún, que Dios no pudiese hacer nada por solucionar tu problema. La tradición popular ya cantaba en la guerra de la Independencia eso de: 
Vinieron los sarracenos
Y nos molieron a palos
Que Dios ayuda a los malos
Cuando son más que los buenos
Este falso dios, es el objeto del chantaje emocional (voy de rodillas a Lourdes si me curas, si no que vaya otro), o como la rabieta: si Dios me ha hecho este daño ya no es mi dios, etc. etc.

Y además entraríamos en cuestiones prácticas de difícil solución: si hacemos la voluntad de Dios y perdemos es que no era la voluntad de Dios (con lo que no hay responsabilidad).

Aunque me tengo que meter un poco a teólogo no quiero ni mucho menos sentar cátedra,  y renuncio de antemano a cualquier idea expuesta si es contraria a algún dogma, solo aplicar un poco la racionalidad a algo tan simple y claro que genera demasiadas confusiones en personas de bien. Y crisis de conciencia:

1. La voluntad de Dios no es cognoscible
  • Nadie sabe para qué fue creado y qué le espera. Y no solo hablo de "vocaciones".
  • Ya que la voluntad de Dios es incognoscible, aquí solo podemos aspirar a la rectitud de espíritu
  • Hacer la voluntad de Dios, salvo excepciones, consiste en hacer lo que uno tiene encomendado de la mejor de las maneras.
2. Hay, al menos, dos planos que distinguir
  • Un plano de "lo trascendente" y otro de "lo práctico"
  • De Dios son las cosas trascendentes (unidad, bien, verdad, belleza), no las inmanentes, por dar una pista, las cosas trascendentales no se pueden explicar con palabras ni se les aplica relaciones causales. 
  • Las cosas trascendentes tienen sus leyes de comportamiento, no muy lógicas, pero leyes
  • Las cosas del mundo tienen también sus leyes causales y lógicas. No conviene mezclarlas.

3. Las cuestiones prácticas dependen de nuestras fuerzas
  • Las cuestiones prácticas no dependen primeramente de Dios, no forman parte de su "negociado" (1)
  • En el plano práctico podemos hacer las cosas bien o mal. Si las hacemos bien y controlamos todas las variables, por lo general, salen; si no no salen. Eso explica que tengan más o menos el mismo éxito en las cosas prácticas los creyentes que los no creyentes.  
  • Confiar en las fuerzas del hombre, en las capacidades, tratar al ser humano como una criatura digna que tiene su pequeña parcela de decisión, de poder, en la realidad es la pura realidad. Somos seres absolutos y relativos. Absolutos porque somos capaces de vivir, en cosas prácticas, como si Dios no existiese y relativos porque esa visión es pura fantasía: debemos nuestro ser a Dios. Fantasía o no, poder delegado o no, el hecho es que tenemos poder para actuar en el plano práctico y debemos ser juzgados por ello. 
4. Las cuestiones trascendentales dependen de Dios
  • La opción fundamental de nuestra vida depende de Dios 
  • Los proyectos que traen Unidad al mundo
  • La unidad, por ejemplo, de una asociación depende de Dios, pero si cumple o no con los fines depende de la capacidad de sus miembros para el éxito.
  • El traer ideas transformadoras al mundo depende de Dios
  • El arte, la creación, el amor, la genialidad... depende de Dios.
  • Solo dependen de Dios las cosas que no podemos transmitir, las que no sabemos explicar. 
5. Hay espacios donde se mezcla lo trascendente y lo inmanente

Espacios donde la administración está, por ejemplo al servicio de la Iglesia, la Iglesia misma tiene que dar de comer a sus sacerdotes, un museo o una institución de justicia tienen planos superiores e inferiores. En estos casos lo trascendente prevalece, pero lo práctico sigue actuando y debe hacerlo de forma independiente. 

La corrupción es cuando en estos espacios dedicados a servir a los trascendente lo práctico se hace primero, se convierte en rector, y no se pone al servicio de lo verdaderamente importante.



(1)  Sí, ya sé que todo depende de Dios, etc. pero al igual que no decimos que el electrón está unido al protón por la gracia de Dios, las cuestiones prácticas dependen de nosotros. Si no estudio suspendo, y si se me para el corazón me muero. Si llega la ambulancia a tiempo y me salva pues perfecto, ya moriré más tarde. Dios modifica las percepciones, pero los hechos, creados por él, son cosa nuestra. Por ejemplo, ante la muerte o ante la vida tomamos distintas actitudes los creyentes que los no creyentes, pero todos nos accidentamos y nos morimos.