viernes, 30 de enero de 2015

La meritocracia y el Principio de Peters

El padre Ayala, creador de la verdadera meritocracia


Llegó el día de la meritocracia. Ganas tenía, he de confesarlo. Evidentemente la palabra meritocracia tiene un resalte especial entre el resto de ideas corporativas que estudiamos, no es habitual, parece ser puesta deliberadamente: "un entorno que fomente la excelencia, el liderazgo, el respeto por la persona, la transparencia, la meritocracia, la objetividad, la responsabilidad, la innovación y el impacto en la sociedad".

Lo que no tengo muy claro es la razón por la que se afirma tal cosa, es decir, ¿por qué una dirección estratégica envía el mensaje este de que "el mérito" va a ser la principal característica de los puestos directivos? Lo entendería a la perfección si dijese -en lugar de "mérito"- "valor", "capacidad", "talento", "preparación"... virtudes que debe tener el que va a dirigir algo (D. Ángel Ayala dixit)... pero ¿mérito?


Podemos encontrar el origen del término en un viejo libro de de Young. Pero sospecho que el sentido de la palabra meritocracia de esta declaración no es el de Young, ya que no puede funcionar en entornos abiertos, actuales, y solo es aplicable en instituciones no competitivas, cerradas y jerárquicas donde no importa especialmente el talento, y sí la realización de tareas protocolarias programadas en equipo desde tiempo inmemorial (funcionarios, religiosos, etc.). Estas instituciones ancestrales se caracterizan por premiar lo repetitivo, ordenado y obediente frente a lo eficaz, creativo y libre porque es la manera demostrada sobradamente de hacer bien su trabajo

Más bien me inclino a pensar que se haya tomado el término en un sentido laso, y que se quiera decir algo así como que se quiere premiar el mérito independientemente de los enchufes, la cuna de cada uno o la cantidad de amigos que se tenga en la organización.

Además, junto a la meritocracia de Young , que pretende "que todos asciendan de acuerdo con sus capacidades" (Young:1958), tenemos el Principio de Peters, que -aceptando el principio meritocrático de que "cuando alguien sabe hacer algo y lo hace bien, se le asciende"- "toda persona competente en una jerarquía subiría hasta el umbral de su incompetencia" (Peters: 1969), generando estructuras jerárquicas con incompetentes a la cabeza de cada escalón.

Pero creo que la historiografía del término no nos aporta demasiada luz, dejémosla a un lado y vayamos a lo etimológico, que siempre tiene más jugo. Se trata de una palabra mixta, del latín y el griego, el sufijo "-cratos", Κράτος, significa poder. Y meritus, mérito, que significa precio, salario en sus inicios (lo que se merecía cobrar, prix, salaire, dice Oudin en 1607; y el diccionario de Autoridades de 1734 decía "la acción o derecho que uno tiene tiene al premio por lo bien hecho..."). Con lo que nos encontramos con una contradicción un tanto curiosa: mérito implica una desigualdad, porque es un premio que se da al que se lo ha ganado... pero si le sumamos el cratos, tenemos que deseamos deseamos que tengan poder los que tengan o se hagan merecedores de premio. Es decir, premiar con poder...

¿Que el poder lo detenten quienes hagan méritos o quienes tengan mérito?

Mérito es segundo, primero viene la acción buena, después uno se hace merecedor del premio. El mérito, por tanto debe ser el resultado de las buenas acciones, que hacen a una persona benemérita (bene-meritus), aunque en la jerga actual, mérito pierde su ligazón al bien y se convierte en un sinónimo de eficacia o exigencia cuantificable.

El mayor peligro que corre el mérito es precisamente ese: que como mérito es hacer algo... ante alguien (para ser reconocido, de lo contrario no sería meritoso), puede convertirse la mentada meritocracia en el premio a quienes saben simular que hacen algo, o quienes cuentan a quien tienen que contar lo maravillosos que son, etc.

Corremos el riesgo de crear una jerarquía de hipócritas, donde el límite esté en la capacidad de engañar al de arriba y, uniéndolo al Principio de Peters, al mirar a los escalones intermedios encontraríamos hipócritas e incompetentes en su grado sumo.

Pero eso no es lo que se quiere con la meritocracia. El mérito debe estar ligado al bien y así, el poder para los beneméritos es algo así como el poder para los aristocráticos. Porque los beneméritos son "los mejores en sí" (los mejores seres humanos), como decía Aristóteles: los aristócratas ( ἄριστος - kράτος). Solo falta definir quiénes son "los mejores seres humanos" [pero para eso habría que saber antropología filosófica].


Parece que ya vamos aclarando algo: hay dos formas de entender esto del mérito: (1) meritocracia es, entonces, el gobierno de los mejores seres humanos... con lo que llegaríamos a Platón con su República buscando que gobiernen los más sabios, los mejores hombres, los que no tienen intereses terrenos y solo buscan la justicia... y por otro lado, (2) meritocracia con un toque relativista anglosajón, puede ser que gobiernen los mejores para realizar un cometido determinado. En este sentido podemos afirmar que siempre, en todo momento y lugar gobiernan los mejores, por definición. Porque los mejores en este sentido son los que han sabido hacerse con el poder, los que han logrado los méritos necesarios ante los de arriba.


Entonces nos tienen que decir en las declaraciones institucionales qué tipo de organización se quiere: si la meritocrática o la aristocrática. En decir, si se desea que gobiernen los mejores o los que hagan méritos.

La meritocracia así, sin adjetivos, no es más que eso: un palabro que viene a decir que si se esfuerza uno en una organización se le darán prebendas, pero no poder. Por eso es mejor llamarlo "cultura" del mérito, o de la excelencia. Y no meritocracia...

martes, 27 de enero de 2015

Transparencia


Seguimos con la serie de visión corporativa, recordemos que queremos "un entorno que fomente la excelenciael liderazgoel respeto por la personala transparenciala meritocracia, la objetividad, la responsabilidad, la innovación y el impacto en la sociedad"

Hoy, por orden de aparición hablamos de transparencia, que es la propiedad de algunos cuerpos que permite ver con claridad a través de ellos. Eso quiere decir que dentro de una organización transparente todo el mundo sabe lo que cobra el compañero, por ejemplo. Que cuando despiden a alguien o cuando toman una decisión que afecta a las personas, nadie se sorprende. La normalidad en la transparencia hace que las personas se impliquen de manera personal. Lo contrario, la opacidad, distancia. 

La transparencia, hablando de personas es una propiedad envidiable, ligada a la veracidad y a la valentía. Es transparente la persona que no tiene nada que ocultar, que se muestra como es y que dice las cosas como le parecen, a pesar de que eso traiga consecuencias negativas en muchos casos. 

Desde el punto de vista de las instituciones la transparencia es la que permite asumir la verdad sobre las cosas de una manera natural y sin complejos. La empresa transparente asume que las personas no son perfectas, que tienen sus errores y sus aciertos. Asume también que las empresas causan daño y a la vez hacen cosas buenas. Hacia fuera comunican los daños y los logros, hacia dentro se premian los aciertos y los errores se archivan. De esta manera las personas son capaces de hablar de sus faltas en público y los medios se toman en serio sus mensajes. 

En una empresa transparente no hay anónimos, hay cauces públicos de comunicación vertical. En una empresa transparente no hay miedo: ni miedo a denunciar algo ni miedo a ser denunciado haciendo las cosas bien. Los anónimos solo generan miedo e indefensión. Les pongo un ejemplo: 
En la empresa A todos los años realizan una encuesta en la que los clientes valoran a los vendedores. Año tras año se les pregunta lo mismo, para saber qué vendedor saca mejor nota etc. El vendedor que mejor nota saca es recompensado con un complemento en su nómina. Hasta ahí casi perfecto (porque no se mide la satisfacción del cliente con el producto, sino con el vendedor). Pero el cliente tiene la posibilidad de escribir en un apartado de observaciones lo que quiera. De hecho se pueden leer frases como esta: "me trató mal", "es un excelente vendedor", "no he visto patán mayor", "se insinuó", "me vendió cosas que no necesitaba" etc. Con esta pregunta la empresa está dando importancia al anónimo. Una persona descontenta puede sembrar las dudas sobre la valía o la adecuación de un vendedor determinado. Lo peor es que la empresa A se niega a dar las observaciones a los vendedores y solo sus jefes tienen acceso a eso. Aunque afirman que no lo toman en cuenta, muchos mandos intermedios de la empresa toma en serio las observaciones anónimas de los clientes a la hora de valorar, promocionar o despedir a sus vendedores

Como ven es claro ejemplo de falta de transparencia. Es lícito hacer encuestas, claro, que lo es, pero no es lícito favorecer anónimos. 


Cualquier información que ser tenga sobre una persona debe hacerse pública, o al menos debe conocerla el interesado. La transparencia no consiste en la muestra de los ingresos y gastos, sino en mostrar información relevante a los trabajadores y a su entorno. 

Consiste en que el trabajador está tranquilo sabiendo que no hay planes ocultos diseñados para despidos en masa, remodelaciones, o simplemente cambios estructurales. El trabajador de una empresa transparente descansa sabiendo que sus jefes, si estuviesen maquinando algo así se lo dirían primero. 


En otra empresa, llamémosla C, se da una situación similar: en cualquier momento los mandos intermedios pueden impedir que un trabajador ejerza sus funciones en esa planta sin tener que dar una explicación a nadie. Arbitrariamente los mandos, desprovistos de la más mínima ética profesional, deciden "este no", "este sí" y la dirección debe hacerles caso y mandarles a otra área o a la calle. Los trabajadores tienen que ver cómo son vetados de zonas de la empresa sin saber la razón y sin saber si mañana otro jefecillo le va a vetar y a lograr su despido. Esta situación es evidentemente contraria a la transparencia, porque oculta información clave a los trabajadores, información que afecta a su persona y a su futuro profesional. El error, en este caso está en quien permite estas normas tan obsoletas, tan fuera de lugar.  

Estas actitudes son contrarias a cualquier forma de liderazgo y su primera consecuencia es la pérdida progresiva de capital humano. Poco a poco los que pueden (que suelen ser los mejores) se van y son reemplazados por mediocres. 

La empresa transparente no tiene nada que temer. No tiene miedo a las reacciones adversas. No genera estos climas de miedo y crispación. Porque el miedo engendra miedo. Si se oculta la información de arriba a abajo, se ocultará también de abajo a arriba. Y cuando los canales naturales de información (los verticales) no funcionan surgen miles de canales horizontales con rumores verdaderos y falsos circulando en todas las direcciones. 

Esos canales del rumor, junto con las actitudes del disimulo, la ocultación, la apariencia, son propios de empresas ruinosas. 

El secreto, la ocultación, la confidencialidad es propio de tiempo de guerra, de luchas de clases, de separaciones. Acabada la guerra fría, no tienen sentido.

viernes, 23 de enero de 2015

El Liderazgo




La palabra talismán de hoy es "liderazgo".  Seguimos con la serie de visión corporativa, analizando la frase: "un entorno que fomente la excelenciael liderazgoel respeto por la personala transparenciala meritocracia, la objetividad, la responsabilidad, la innovación y el impacto en la sociedad".

La palabra española para líder es caudillo, pero por razones obvias no se puede decir muy alto. El líder, el caudillo, es el que guía a un grupo. Y eso de guiar no es algo que se imponga desde fuera. El caudillo para serlo, debe ser querido, admirado, reverenciado. Si no su caudillaje es puesto en cuestión. 

Por lo tanto no se puede, por mucho que se quiera, lograr un entorno que favorezca el liderazgo así por las buenas. Lo que se debe hacer es dejar a las persona actuar, dejar que elijan naturalmente sus líderes y fomentar esa cultura corporativa. 

La diferencia entre un jefe y un líder es justamente esa: que el jefe no es elegido, es puesto a dedo, sin importar el criterio de los empleados. Es una práctica habitual, casi ninguna empresa pregunta a los subordinados directos antes de nombrara a alguien o de promocionarlo ¿y por qué? los empleados saben mejor que nadie quién no debe ser el jefe. Se llevarían muchísimas sorpresas si así se hiciese. 

El líder, aunque no tenga mando manda, es al que miran todos cuando algo no va bien. Por definición, pues, no es una característica de cada individuo, no puede serla. Es característica de unos pocos. 

Lo que puede hacer la empresa, por ejemplo, si quiere un entorno que fomente el liderazgo, deberán realizarse dos tareas:
1. Respetar siempre el liderazgo natural. Preguntar entre los subordinados directos, de forma anónima quizá, si es apropiado el nombramiento. No se puede hacer jefe a alguien al que nadie soporta. Observar constantemente los cambios en el liderazgo, etc.2. Formar al mando intermedio en el arte del liderazgo, en los valores de la empresa y en las materias humanísticas.
La primera tarea consiste en respetar el liderazgo natural. La segunda en ayudar a mejorarlo, a hacer que la empresa alcance las mayores cotas de desarrollo. 

La formación del líder debe ser muy variada, pero en primer lugar debe aprender el espíritu de la empresa. Toda empresa grande ha sido creada por un líder de verdad. Hay que examinar detenidamente el nacimiento y si tenemos la suerte de que hay libros o archivos, deberán estudiarse. En segundo lugar deberá aprender las artes de la estrategia y de la dirección de las personas. Y por último deberá ser persona culta y cultivarse constantemente(*).  

No es idealismo, creo que es muy necesario, casi imprescindible, que el líder de cualquier empresa sea persona culta, conozca su entorno cultural, político y económico y además pueda pensar con más miras que los demás. 

Resumiendo, en dos palabras, la mejor política de promoción y liderazgo: 

Naturaleza y formación.


(*) Esa sonrisa displicente que has puesto al leer la última frase sobre la cultura del líder es producida por el clima de incultura que reina en nuestra decadente sociedad

jueves, 22 de enero de 2015

La excelencia


Seguimos desgranando lo que escriben habitualmente las empresas en ese apartado apartado de la web y de los dosieres corporativos que se titula "visión". 

Hoy toca enfrentarnos con la palabra "excelencia" (recordamos que estamos desgranado la frase: "un entorno que fomente la excelenciael liderazgoel respeto por la personala transparenciala meritocracia, la objetividad, la responsabilidad, la innovación y el impacto en la sociedad")

En el libro No es lo mismo (LID, Madrid 2012) Silvia Guarnieri y Miriam Ortiz analizan términos que parecen lo mismo pero nos llevan justo a expresar lo contrario. Hablan de exigencia y excelencia en un breve capítulo. Dicen que la exigencia tiene detrás la creencia de que "lo que hago es lo que soy", y -quizá sin saberlo las autoras- dan en el clavo de uno de los grandes problemas de nuestro tiempo: la confusión entre el ser y el hacer, que es una versión de la confusión entre los medios y los fines.

Una persona es un fin en sí mismo, decía Kant en una formulación de su imperativo categórico, y todo lo demás es medio. ¿Esto hace suponer que el hombre no vale para nada? ¡No tiene finalidad! Significa exactamente eso: que es inútil. 

El ser humano no tiene que hacer nada. Su ser ya le da una dignidad que nadie en la naturaleza tiene, así que no importa lo que haga. Su valor está en el ser. Entonces ¿Por qué hay hombres? Es cierto que todo lo que hay tiene una causa... el Principio de Razón Suficiente (PRS) dice algo así. ¿Para qué sirve el hombre? Lo que está claro es que no para estar ene este mundo, que es pasajero y que no tiene demasiada importancia, el fin del hombre está más allá, en lo perdurable.  

El fin del hombre es lo trascendente. A pesar de no ser muy moderno decirlo, el fin del hombre está más allá. Se ponga uno como se ponga ese es el fin. Y esto no es un discurso religioso. Es religioso si uno cree que la salvación es acercarse a Dios, pero todo el mundo necesita salvar su vida, poner a salvo sus esperanzas, hacer que esto merezca la pena. Si alguien es tan desgraciado que no tiene nada que salvar... su vida no vale nada. Y de estos hay más que moscas. Seamos realistas.

Hay que vivir para tener cosas que salvar. Cosas que merezcan la pena ser salvadas. El trabajo, por ejemplo, debe ser bueno, tomado con ilusión, bien hecho, sin chapuzas, sin vaguerías. Hay que trabajar para salvarse. Para hacer cosas que queden, que merezca la pena el esfuerzo. Por eso el trabajo del intelectual es una de las mejores profesiones (junto con la del artista, el cura o el guerrero), porque lo que haces es contribuir (para bien o para mal) a que la vida de las nuevas generaciones merezca la pena. Hay que escribir cosas que merezca la pena ser leídas. Hay que pintar cosas que merezcan la pena. Hay que publicar cuando se tiene algo que decir, hay que investigar cuando se tiene una pasión por descubrir algo.

El hombre es. Es un ser trascendente. Un fin en sí mismo. No es lo que hace. No vale para nada útil. Es un ser que cuando le dejan hace lo mejor. Eso es la excelencia. La excelencia consiste en ir poco a poco haciendo salvable la vida, como decía Unamuno, hacerse merecedores de la vida eterna. Vivir de tal manera que sea una injusticia la muerte, que tu vida reclame una vida eterna.

Excelencia viene del latín Excellentia, que a su vez viene de Ex-celius, que en mi timología particular lo hago derivar de cielo (celius, caelius), y digo que es la virtud de parecerse a Dios. 

Pues eso es la excelencia, de abajo a arriba es: 

  • El personal no cualificado... miles de bedeles, celadores, conserjes, contables, etc. que dejan un poso en la gente con la que tratan porque están empeñados en ser imprescindibles, en estar para todo, sin una mueca. Esos que al jubilarse dejan un vacío inexplicable, los que recordamos. Los que hacen que el trabajo sea un espacio de encuentro.
  • Los profesionales que hacen cosas creativas encuentran la excelencia en entusiasmarse con lo que hacen y hacer las cosas lo mejor que puedan. De ese modo se es excelente. La excelencia no depende de la cantidad de cosas que uno hace, sino del alma contenida en ellas. No depende de cubrir los estándares de calidad que marca el socialista de turno (sí, el socialista, porque eso de hacer pasar a todos por moldes concebidos desde arriba es socialismo del peor) , sino de que esas mediciones no sean necesarias.
  • Los que dirigen tienen la excelencia en hacer que los que se entusiasman y contagian a otros con el trabajo excelente sean reconocidos, remunerados y promocionados. Y como decían las autoras antes citadas, nunca confundir la excelencia con la exigencia, que no tiene nada que ver.

martes, 20 de enero de 2015

¿Qué significa "el respeto por la persona"?


Me llegó hace un tiempo un plan estratégico en el que se leía -entre otras cosas- que la una empresa buscaba "un entorno que fomente la excelenciael liderazgoel respeto por la personala transparenciala meritocracia, la objetividad, la responsabilidad, la innovación y el impacto en la sociedad". Muy interesante, pensé, pero ¿alguien entiende esto? Es mi intención desgranarlo poco a poco, en varias entregas, para mis lectores que cucean por este blog. 

Vamos hoy a trabajar uno de esos conceptos altisonantes que todo el mundo repite: "El respeto por la persona". 

Respeto a la persona, en un entorno laboral significa ni más ni menos que tenemos en cuenta a la persona completa a la hora de tomar decisiones que le afectan. Esto es de tal generalidad que cualquiera puede afirmarlo, incluso quien no manifiesta con sus hechos ni un mínimo respeto por las personas que le rodean.  

Vamos a lo concreto. Cuando decimos trabajador, ciudadano, profesor, etc. nos referimos al ser humano concreto que hace algo; pues bien, persona hace referencia al ser humano en cuanto que hace todo, es decir en cuanto ser que se relaciona y ahora es trabajador y a la vez es padre, madre, campista, feligrés, votante, cliente, etc. En todos los ámbitos es todo, es una unidad. Y esto es solo aplicable a nosotros, las personas humanas. 

Para la tradición filosófica es persona el que tiene (o es) sustancia espiritual de naturaleza racional, como parece que dijo Boecio y repiten, sin saber muy bien lo que dicen, algunos profesores de filosofía, y que viene a ser algo así como que es persona quien posee algo que individualiza y que humaniza...  Claro que esto así tampoco dice mucho. Vayamos pues al padre del (verdadero) personalismo, que la define así:

“Una persona es un ser espiritual constituido como tal por una forma de subsistencia y de independencia en su ser; mantiene esa subsistencia e independencia mediante su adhesión a una jerarquía de valores libremente adoptados, asimilados y vividos en un compromiso responsable y en una constante conversión; unifica así toda su actividad en la libertad y desarrolla por añadidura, a impulsos de actos creadores, la singularidad de su vocación” (E. Mounier: Manifiesto al servicio del Personalismo)
Ordenado y resumido: 

Persona es un ser espiritual con las siguientes características: 
       1. Subsistente e independiente
       2. Se adhiere a una jerarquía de valores
       3. Se compromete responsablemente 
       4. Está en una constante conversión
       5. Unifica toda su actividad en la libertad 
       6. Desarrolla creativamente su vocación

Esto quiere decir que una persona es un ser excepcional:

1. No es reductible al trabajo que realiza, es mucho más. Por eso no se le puede juzgar o valorar por lo que hace, sino por lo que es (*).  
2. Es independiente y subsistente. Absoluto-relativo, que decía Zubiri. Nos necesita y a la vez necesita aire. Por eso hay que respetar su libertad de acción. No hay que estar encima de él, en un clima adecuado las personas hacen bien. Si mandas: genera el clima. Dales lo que necesitan para trabajar. Confía en ellos. 
3. Las personas son responsables, así, en general. Cumplen cuando se sienten bien tratadas, tienen los medios para lograrlo y se sienten remuneradas adecuadamente. Los esclavos necesitan látigo, las personas cuidado. El exceso de control hace quebrar cualquier empresa.
4. Las personas se adhieren libremente a escalas de valores, selecciona quienes ya están alienados con tu escala de valores, la de tu empresa, claro. Genera cauces para que se adhieran. No puedes permitir, en aras de la libertad de conciencia, que las personas vivan vidas con valores contrarios a la institución, ya que la persona "unifica toda su actividad en la libertad". No puede ser católico de ocho a tres y por la tarde un crápula (por aquello del respeto a la vida privada). Ni un ladrón fuera del trabajo y un honrado trabajador dentro. La persona es coherente. Aunque para los liberales lo que pasa en cada casa no tiene importancia, la tiene. Siempre la tiene.
5. Las personas están en constante conversión, es decir, nunca están acabadas. Ni cuando llegan a un puesto determinado ni cuando deciden no subir más por el escalafón. Ni cuando se les aparta. Siempre están en desarrollo y tienes la obligación de hacer que eso sea posible. 
6. Es la persona un ser tal que se desarrolla constantemente en su vocación. Si no, se muere, se deprime. Se va. Y por ello tienes que ofrecerle siempre un espacio de desarrollo. Por eso has de respetar su trabajo y dejar y favorecer su crecimiento. Las normas, las prioridades deben ser estables. El desarrollo no se improvisa.


¿Sencillo no? Consiste en ser tratados como nos gustaría que nos tratasen. Es decir, siendo condescendientes y magnánimos. Dirigir consiste en ayudar al otro, en vigilar que pueda hacer su trabajo. No consiste en sacar lo máximo de cada uno.  Eso es usarlas. 

Usar a las personas es justamente lo contrario. Hablar de despedir a "temporales", a los de "baja cualificación", a los que "sobran" en un departamento es contrario a la misión de tratar a las personas como tales (**). 

No se puede llevar una empresa con la idea del descarte (en español de Argentina viene a ser algo así como desechable, de usar y tirar).

Y eso que no he hablado de dignidad. Vale.




(*) ¿Entonces tengo que tragarme al patán que nada sabe hacer? ¿Tengo que aguantar al vago? ¿Al menos inteligente? Realmente sí. Piensa que si no, si buscásemos la perfección tendríamos que despedirte. Todo el mundo falla por algún sitio. Todo el mundo es excelente en algo. La verdadera política cristiana de recursos humanos consiste en saber colocar a cada cual en su sitio. Saber sacar lo mejor de cada uno. Para despedir al que (crees que) no vale, vale cualquiera, es decir, si planteas despedir a los que (crees que ) no valen, eres tú el que sobra, el que no sabe hacer su trabajo de guiar personas.
(**) ¿Y si mandan los números, es decir, si es necesario reajustar plantillas para que el barco siga a flote? Entonces hay que explicar las cosas detenidamente, a los afectados (no a todos los demás). Recuerde lo que no hay que hacer: meter miedo. Hay que ser humano hasta para despedir. 

miércoles, 14 de enero de 2015

El Islam es peor que el cristianismo


Después de los atentados recientes contra la revista blasfema francesa Charlie Hebdo, en plenos debates sobre el "derecho a la blasfemia" y el mantra sobre la naturaleza benévola del islam, me vienen a la cabeza reflexiones antiguas sobre el papel de las religión y su naturaleza dinamizadora de la vida social y personal. 

Quiero en este espacio pensar en vos alta sobre si realmente podemos hablar de religiones mejores y peores o si todas son iguales. Aunque, leyendo el título, más bien la reflexión es sobre por qué la religión cristiana es superior a la mahometana. Si todas fuesen iguales, como claman los antirreligiosos, la diferencia sería meramente cultural, si son diferentes podemos hacer un listado jerárquico, un ranking, que se dice en inglés.  

Antes que nada tenemos que saber qué es religión. La palabra religión viene del latín re-ligare, volver a unir, al hombre con Dios, es decir, es un medio para acercar al hombre con Dios, un medio que presupone fe en tres cosas:
1. El hombre y Dios son dos seres, existentes y distintos
2. El hombre y Dios han estado unidos en un tiempo pasado

3. El hombre y Dios pueden (deben) volver a unirse
Que nos llevan directamente a otras dos ideas de fe compartidas por todos los creyentes:

1. Se reconoce que  Dios puede actuar en el mundo2. Se reconoce que el hombre puede salvarse3. El hombre puede hacer ciertas cosas para salvarse
Todo creyente tiene que aceptar estos los tres puntos primeros y los segundos, los primeros de carácter metafísico, los segundos más bien éticos. 

La religión es un camino para acercarse a Dios. Religión por tanto no es creer en Dios, eso es una condición, si creemos en un Dios tan alejado del mundo que no podemos saber nada de Él, y que no nos ob-liga a nada, no estaríamos en terreno religioso.  

La religión además tiene que permitir la unidad con Dios. Es un camino posibilitante de tal encuentro que además es comunitario e histórico. La religión es por tanto un camino de acercamiento a Dios vivido históricamente por una comunidad.

Por ello no podemos hablar de millones de religiones, tantas como seres humanos que quieren acercarse a Dios, porque las dimensiones comunitarias e históricas son constitutivas de la religión, es decir, sin ellas no puede haber religión. El propio Mahoma nos cuenta que conoció a un hombre que tenía una religión propia, con un solo creyente. Esta era religión -según el profeta- porque, en teoría, acercaba a este hombre a Dios. Dejando a un lado el desconocimiento sobre la naturaleza de la religión que muestra el profeta con esta afirmación, podríamos decir que sería buena "religión-de-un solo-hombre" si lograse su fin de llevar a ese hombre hacia la salvación, es decir, hacia su cumplimiento total, hacia su felicidad completa, a su relación con Dios. 

Pero podría suceder al revés, es decir, podría ser que esa "religión-de-un solo-hombre" fuese además perjudicial, es decir, causase daño y desolación a él y a todos los que le rodean, y -por tanto- al alejamiento definitivo de Dios a ese hombre. Entonces diríamos que es una religión reprobable (respetando, claro está al hombre que, equivocadamente, cree que su religión le acerca a Dios).

Pero en las religiones mayoritarias no es así, está claro que todas son históricas y comunitarias, es decir, que todas forman parte de la cultura y una tradición y por eso son todas respetables y por eso en la Declaración Universal de Derechos Humanos se protege la "libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia" (Art. 18). 

Pero en la tercera característica, primera por orden de importancia, está la diferencia: en su capacidad por acercar a la gente a Dios, es decir, por hacerles mejores, más personas, más felices, más respetuosos, etc.

Esta capacidad de religación colectiva podemos tomarla en dos sentidos 
1. La calidad de ese acercamiento (porque todo lo que hacemos que no es contrario a la naturaleza de algún modo nos acerca a Dios), pero hay expresiones del espíritu que nos unen directamente a Dios y  
2. La cantidad, es decir, si la religión logra acercar a muchas personas a Dios; es decir si la influencia en de la religión sobre su gente es positiva y hace que las personas que viven en una religión  (incluso las ateas) se unan más, odien más la guerra, la explotación, la división, los ataques a la naturaleza humana, respeten a las familias, etc.  

El influjo de toda religión sobre su pueblo lo hace mejor o peor. Aunque una religión no se practique por una gran mayoría, influye y modifica la conducta de la comunidad completa, porque la religión tiene una dimensión estética, política y ética que afecta a todos. Es una visión sobre la realidad. Incluso los que parece que no reciben el influjo de la religión, por estar en los antípodas ideológicos, resulta que sus pretensiones de "lo bueno" suelen cuadrar con la religión dominante. Todos los miembros de una sociedad participan de la religión o religiones mayoritarias a través del contacto con los demás, el arte, la literatura o la ciencia. Realmente no hay ateos, sino ateos musulmanes, ateos cristianos, ateos budistas, etc. Porque todos buscan el bien, la verdad y la belleza tal y como la percibieron de sus mayores, es decir, todos buscan a Dios (si alguien lograse ser ateo verdadero, es decir, contrario al Todo, sería nihilista y se suicidaría inmediatamente).

Hemos dicho que la religión es igual en lo inmanente, pero en lo trascendente, tiene que haber clases, religiones falsas y verdaderas. Falsa aquí es la que tiene apariencia de religión y no lo es, es decir, la que no logra conectar al hombre con Dios y le acerca a sí mismo, o le enfrenta con el otro.

Falsa es la que no logra conectar a través del arte, la que genera unas obras chapuceras, toscas, alejadas del ámbito del pulchrum. Falsa es la religión que mantiene la separación y subyugación de hombres contra hombres. Falsa, por último es la religión que quien la profesa padece el odio, es decir, el único sentimiento que cierra la puerta  a la trascendencia.

Siendo justos todas las religiones tienen miembros capaces de odiar, de separar, de despreciar lo bueno, etc. Y de lo contrario. Pero no queremos ver el caso particular ni la generalización grosera. Queremos ver el influjo de las religiones en su conjunto, lo que ejercen en el espíritu de los pueblos, de las comunidades, donde habitan las religiones a través del tiempo. Es decir, si eliminan al bárbaro que llevamos dentro y dejan aflorar al espíritu refinado. Si después de los siglos podemos exclamar: ¡ojalá que tal religión nunca hubiese llegado a esta tierra!

Por ejemplo, aquí y ahora (lo que medimos es el efecto en la sociedad mundana, temporal y espacial) ¿en qué contribuye la religión para el respeto de los derechos humanos? ¿Qué relación hay entre pobreza y religión? ¿Entre guerra y religión? ¿favorece o entorpece la cultura? ¿Qué hay de la igualdad de trato y derechos entre hombres y mujeres? ¿La religión hace respetar y respeta la naturaleza humana en materia de reproducción y familia? ¿Genera terrorismo?

Si ponemos en una tabla estos datos y los valoramos de uno a diez tendríamos un bonito estudio cualitativo sobre los efectos de las religiones. Como entretenimiento pueden hacer el gráfico, pero no lo publiquen, porque si así lo hacen entrarían en el peligroso mundo de lo políticamente incorrecto. Es mejor dejar apuntada la cosa. ¿Qué saldrá? ¿Que los países mahometanos son los que más y mejor se respetan los derechos humanos, la dignidad de las personas, etc. ? Quizá. No sé. 

Pero hay otras formas de medir, por ejemplo, superponiendo mapas como estos dos, que muestran dos cosas: el mudo de mayoría islámica, primero, y los conflictos armados de las últimas décadas: 


Y podríamos cotejarlos con otros muchos, tales como desigualdades entre hombres y mujeres, derechos individuales de las personas, libertad religiosa, de prensa, elecciones libres, renta per cápita, PIB, trabajo infantil, mutilaciones genitales, etc. Pero mejor no hagamos el ejercicio. 

No quiero aventurar el resultado, es un estudio que debe hacerse sin llegar a conclusiones precipitadas. Quizá sea una casualidad que allá donde hay musulmanes haya conflictos armados, violación sistemática de derechos humanos y/o pobreza. Quizá influyan otros factores.

Hay algunos países, por ejemplo, que tienen alianzas con Occidente y no son lugares peligrosos, pese a ser mayoritaria la religión musulmana. Me refiero a países musulmanes tales como Marruecos, Arabia Saudí, Turquía, Kazajistán o Indonesia. Aunque su característica principal es que tienen gobernantes que saben frenar el islamismo.

Por lo general los países musulmanes no están asociados a espacios de paz y prosperidad. No salen en las noticias como ejemplos de organización ni por sus descubrimientos científicos o sus logros en los deportes. Son países que han tenido historias diferentes, regímenes políticos totalmente distintos y hasta religiones históricas distintas... pero ahora tienen una religión mayoritaria en común. 

Efectivamente, como claman por las calles de Madrid, no todos los musulmanes son terroristas, pero ocho de cada diez terroristas es musulmán. Aunque pocos en comparación con la población total, tienen una gran masa de personas que los apoyan. Tantos como el 50% en las zonas de conflicto y hasta un un 4% de los musulmanes asentados en España

Claro que un 4% es poco (¿es poco?) Pero es suficiente como para generar unos cinco terroristas al año. El terrorismo necesita un caldo de cultivo amplio (incluso se puede ver la ratio necesaria para generar un terrorista, ese es otro estudio interesante "la ecuación del terrorista"). 

Y ese caldo de cultivo (es decir, el islam que está en contra de la violencia) tiene que:
- Ver normal que unos imanes condenen a muerte a personas por escribir cosas como esta, por pintar al profeta, por abandonar la religión o por lo que sea. Si una persona ve que un imán puede sentenciar a muerte y hace bien, la vida de los demás está en manos del imán y no de Dios
- Creer que el idiota que se llena de bombas y se lanza contra las personas con la intención de matar va a ir al cielo y no al infierno. 
- Creer que si su país tiene x males, es culpa de Occidente (o del otro, en caso del nacionalismo) y no de ellos mismos, de sus dictadores y de su pueblo.
- Creer que los buenos musulmanes no hacen esas cosas y que por lo tanto (lógica) los peores atentados los realizan americanos o judíos, para dejar mal a los buenos musulmanes- Creer que por el hecho de ser hombre o mujer el valor de las personas es distinto.
- Creer que los creyentes debe tener un trato especial a los no creyentes.
Ojalá la mayoría de los musulmanes pensase esto, ojalá se vea a todos los imanes decir que no hay cielo para los suicidas. Ni para los que matan por su religión. Que se puede abandonar el islam y que nadie tiene derecho a hacer daño a los apóstatas. Pero no. El islam es ahora mismo más ideología del siglo XIX que religión, porque a muy buena parte de la humanidad la aleja de Dios, pues -como dice el papa Francisco- "antes de descartar a los seres humanos perpetrado horribles matanzas, rechaza a Dios mismo, relegándolo a una mera excusa ideológica" 

¿Pero es este Islam entonces una deformación del islam verdadero, el de Mahoma, y esto tiene arreglo? ¿Es buen musulmán el que está dispuesto a matar por defender a Alá o a su profeta? No contesto. Quien quiera contestar que vaya a la vida del profeta y al Corán.

Vayamos a lo nuestro: sigamos, con la capacidad que deben tener las religiones para despertar el deseo de unidad del hombre con Dios. Evidentemente ninguna religión cumple esto con todos sus creyentes, porque la religión propone y el hombre es libre y puede decir que no, que no le interesa, que pese a ofrecerle las mil maravillas aquí y en la otra vida prefiere perderse en naderías. 

Pero que no haya religión que perfeccione a todos no quiere decir que todas las religiones sean iguales en este aspecto, creo que hay muchas religiones que dificultan realmente el contacto con Dios y otras que lo propician. Hay religiones que hacen mejores a los hombres. El Islam, por ejemplo, genera la idea de que haciendo cinco cosas sencillas, uno se "salva", pese a ser un desgraciado que se acuesta con niñas de diez años, pese a tener esclavos (y acostarse con las esclavas) y muchas mujeres, pese a propiciar la guerra y cobrar botines de guerra y extorsiones. Solo con proclamar que Alá es tal cosa y cumplir una serie de preceptos pasan directamente al paraíso donde le esperan las 70 huríes rojas, amarillas, verdes... siempre vírgenes, y el vino que no deja resaca.  

El Musulmán no tiene delante un camino de perfeccionamiento, no tiene que saber nada, los caminos del conocimiento llevan a la perdición,  no necesita comprender su naturaleza ni arrepentirse de sus faltas, solo vive y vive sin más, en un presente en el que solo importa acallar la conciencia. No necesita ir a la realidad, lo que importa es un vivir anulándose, como si la vida no importase. Cumpliendo los cinco preceptos, y la guerra santa... porque la otra vida es la buena.

Es cierto que este sin-vivir, vivir fuera del tiempo sin metas, sin proyectos, es paralizante y poco ilusionante. No hay proyecto, no hay idea de progreso. Por eso la eterna edad media. No porque la edad media sea época de barbarie, que no lo es, sino porque da la casualidad que el Profeta nació en esa época. 

Éticamente, por tanto, el islam es un vivir esperando la muerte y no un camino de perfeccionamiento, la felicidad no es posible de un modo completo, porque la persona aparece recortada, imposibilitada hacia el futuro, lastrada en su relación con los demás. Políticamente genera Estados teocráticos, donde muchas libertades no tiene cabida, en especial las libertades que atentan contra la unidad de la comunidad de creyentes, por ejemplo, las que hacen referencia al artículo 18 de la DUDH. Estéticamente el Islam al negarse a representar lo divino ataca toda forma de arte. Allá donde hay islam hay conservación y repetición de lo medieval, sin acercarse al principio generador de la belleza.