jueves, 4 de junio de 2015

La Universidad que yo quiero


1. La Universidad produce y vende conocimiento. No vende libros especializados, ni de divulgación científica, ni investigación, ni profesores modernos, ni catedráticos de élite, ni patentes, ni títulos, ni instalaciones, ni informática, ni idiomas, ni estancias en el extranjero, ni convenios, ni startups. 

La universidad es un institución que conserva el conocimiento y lo trasmite. En lenguaje de mercado se puede decir que vende conocimiento, no productos relacionados con la información (hay que saber que el conocimiento no es su soporte) .

El conocimiento, a diferencia de la información, está alojado en personas y se transmite de persona a persona por medio del diálogo.  

Por eso, la Universidad que yo quiero cuida a sus profesores: les ofrece prestaciones, les garantiza un futuro, les cuida, les distingue, les eleva, les proporciona lo que necesiten para investigar, trabajar, vivir, etc. 

2. La Universidad tiene por cliente a la sociedad, no a los alumnos ni a sus padres. A veces se cree que la Universidad es una empresa y se analiza mal el producto y el público objetivo. Se cree que el producto es el título y el cliente el alumno y esto es una simplificación lamentable que termina con cualquier universidad. Si el cliente es el que paga y el título lo que se compra... estamos ante la mayor reducción de la realidad universitaria con la que hemos podido topar, la madre de todos los males de la Universidad. 

Realmente el cliente, el beneficiario, el "consumidor" de la transmisión del conocimiento no es el alumno, es la sociedad en la que vive. Si el cliente fuese el alumno estaríamos perdidos, tendríamos que darles lo que piden: un aprobado, un profesor más fácil, una Universidad con ideas más liberales, etc. 

Si entendemos que el alumno es el cliente, ante un conflicto prevalecería la voz del alumno antes que la del profesor, que no sería más que un caro aparato reproductor de contenido técnico, un facilitador del proceso de enseñanza. Si el alumno no quisiese aprender algo, el profesor no debería intentarlo; si el alumno no entendiese, por ejemplo, la razón de las asignaturas humanísticas, habría que ir poco a poco retirándolas. Entonces las clases deberían ser amenas y divertidas, como el club de la comedia, con Power Point y películas, con juegos y sobre todo, habría que hacer una encuesta de satisfacción acompañada de un libro de reclamaciones (anónimo, por supuesto), donde el alumno pudiese decidir si hay que cambiar al profesor porque no es lo suficientemente entretenido, alegre o divertido.

Por eso la Universidad que yo quiero exige a los alumnos mucho más de lo que están dispuestos a dar, saca lo mejor de ellos, se queda con los mejores y a los otros les hace sudar tinta.  

3. La Universidad es una comunidad de alumnos y profesores en una tarea común. No es una empresa que vende un producto, no es una sociedad anónima. Es una comunidad de estudiosos. Esta comunidad se ve por dos cosas: porque los "directivos", decanos, rectores, directores, secretarios, gerentes y demás son siempre universitarios del más alto rango. Nada hay en la Universidad superior al doctor, un licenciado, aunque sea el dueño de la Universidad, está por debajo de un doctor, y un doctor de un catedrático.

Esta jerarquía no es la jerarquía militar. Es una ordenación que parte de la unidad de las ciencias y de la manera de lograrla, a través del diálogo y la interdisciplinareidad. Por eso en la Universidad hay distintos saberes comunicados.

Por eso en la Universidad que yo quiero el trato entre profesores, alumnos y pseudodirectivos académicos es siempre excelente. No es la Universidad una empresa donde hay asuntos de poder y estratégicos priman, a veces, sobre la producción. Aquí nada hay por encima de la producción, es decir, sobre el profesorado, y el orden jerárquico es entre iguales. 

4. La Universidad tiene sus plazos: el mundo empresarial tiene sus plazos basados en un beneficio anual. Las previsiones se hacen a cinco años, después de la crisis casi nada se proyecta a más de cinco años. Sin embargo la Universidad tiene otros tiempos: el corto a veinte años vista, el medio puede ser el medio siglo y el largo plazo a quinientos. Por eso casi todo lo que se hace en la Universidad es continuado por las generaciones siguientes, excepto las tonterías, los congresos caprichosos, los homenajes y los actos de aniversarios. Tampoco se programan a veinte años las modas pasajeras del mundo de las empresas. La Universidad -decíamos arriba- tiene por cliente a la sociedad, le da el servicio que le presta, la hace mejor y esta tarea tarda en dar sus frutos unos diez años.

Los plazos de la universidad hacen que sea antiuniversitario el cambiar constantemente, querer ponerlo todo patas arriba, querer que en cuatro años todo se dé la vuelta.

Por eso la Universidad que yo quiero no cambia cada dos años de planes de estudio, carreras y profesores. Es por el contrario una estructura estable donde desarrollar carreras.

5. La Universidad se dedica a cosas serias. Investiga y enseña cosas que aporten algo a la sociedad a la que se debe. Es contradictorio con la Universidad ofrecer grados que no tienen recorrido, que se organizan sobre una moda pasajera y tienen momentáneamente "demanda". 

Es poco universitario también ofrecer grados "manuales", es decir, que en la universidad se enseñe a hacer  cosas que se hacen con las manos.

Por eso la Universidad que yo quiero está enfocada a lo especulativo y lo práctico solo se enseña después de lo especulativo.

6. La Universidad es cosa de élites. La Universidad no puede admitir a pobres de espíritu, por mucho dinero que tengan. Ni puede ni debe, es complicado dónde poner el límite, pero en todo caso no debe haber ningún alumno en las aulas universitarias que tenga una voluntad clara por lo especulativo.

Claro, que si el cliente es el alumno y la universidad es una empresa, pública o privada, lo óptimo es llegar a un gran público (vender muchas matrículas) y mantenerlo a toda costa (fidelización), haciendo campañas de marketing enfocadas a un publico general en espera de que siga habiendo matrículas que den los esperados beneficios. 

La Universidad que yo quiero tiene un potente filtro de entrada que le permita dar un buen producto al cliente verdadero: la sociedad. Este filtro solo puede estar basado en tener unas capacidades cognitivas adecuadas y dos actitudes: la actitud positiva ante el conocimiento y la actitud positiva ante lo trascendente.

7. La Universidad es espacio de transparencia. Ahora de moda, pero siempre ha sido una virtud de la Universidad. Como comunidad en búsqueda de la verdad siempre y en todo momento se permite en este ambiente hablar sin tapujos, sin miedo a la reacción popular que tiende al escándalo y a la persecución de ideas. 

En la Universidad, en teoría, no hay nada prohibido. A un profesor no se le puede exigir que comulgue con las ideas del ambiente a pesar de que éstas sean irracionales o vulgares. Por otro lado, en la Universidad no debe haber rumores, ni anónimos, ni secretos. Se trata de una comunidad, y como tal la sinceridad y la verdad deben estar al día. In veritate libertas. Y en la ocultación de información, el anónimo, el rumor, la esclavitud. Porque en un ambiente donde las cartas no están sobre la mesa cualquiera puede guardarse una en la manga. 

En la Universidad que yo quiero se dicen las cosas directamente. Es falta de profesionalidad, por ejemplo, no hablarles a los alumnos de la verdad, de la salvación, de la virtud por miedo a herir sensibilidades.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario