martes, 14 de junio de 2016

Ser, estar, parecer... y hacer


Hay una corriente de pensamiento que se filtra por todos los rincones de Occidente que hace primar al hacer frente al ser. Si lo piensan un poco es una idea injustificada e incluso irracional, porque las cosas son y por ser de una manera determinada, por tener tales características, actúan en el mundo real. El ser es siempre previo, aunque lógicamente solo vemos el ser por el hacer, es decir, si algo no hace nada, si no afecta siquiera a nuestros instrumentos de medida ni a nuestros sentidos... entonces no es nada para nosotros. Aunque podría ser, de alguna manera, para sí mismo, para un observador ideal o para Dios. En este caso diríamos que es un ser al que, con la ciencia positiva (que es un juego que nos traemos los humanos en el que solo participan las cosas observables), o para la ciencia positiva, no existe. Pero las cosas que existen hacen porque son y nada puede hacer si previamente no es.

En todo caso el primado del hacer frente al ser no es una teoría filosófica, es una actitud ante la vida, fruto de una decisión epistemológica o existencial, pero al fin y al cabo una actitud. Una actitud que toma por sentimiento, sin utilizar la razón y quizá por ello está muy extendida en nuestro mundo. Pero a pesar de ser irracional tiene tres raíces, dos filosóficas y una pragmática o económica. La primera raíz filosófica nos viene de la filosofía positivista del siglo XIX, aunque desarrollada en el XX como punto de partida de toda otra filosofía, que hace primar el dato, la experiencia sensible “nuda” o el hecho frente a la realidad de las cosas, que es siempre mucho más amplia y viene acompañada de causas (1). Ante un suceso determinado el positivista se plantea "qué ha pasado”, con independencia de las causas, las motivaciones, las circunstancias del hecho, etc. solo importa lo observable, lo medible, lo cuantificable. 

La segunda raíz filosófica es el existencialismo, que planteaba la primacía del existir frente al ser. J.P. Sartre, (que es uno de esos filósofos malpensantes que su pensamiento ha entrado, como un virus, en casi todos los pensamientos de los bienpensantes europeos) decía en El existencialismo es un humanismo que el hombre “empieza por no ser nada. Sólo será después, y será tal como se haya hecho”(3). La existencia es una forma de hacer, puesto que solo existe lo que hace algo. Si algo no hace nada, no es nada.

Para Sartre el hombre es pues nada, pero nada que quiere (voluntad nietzscheana) hacer cosas pero en definitiva no es nada. Si esto fuese así el ser humano sería una especie de ser ridículo, un animal engreído, que quiere salir de su nada haciendo cosas, pero que está condenado a volver a la nada. Tiene que hacer cosas, para no decaer en la nada, como decía Unamuno: “insistir para existir”.

El hombre para el existencialismo es un náufrago después del hundimiento del Titanic (el Titanic es la civilización técnica). Flotando en el mar, sin poder más que nadar, moverse incesantemente, para no congelarse y ser tragado por el océano, por la nada. Su única misión consiste en patalear, aún sabiendo que va a ser engullido por la nada.

Claro que si el hombre no es más que nada-nadando-en-la-nada, solo asido a la realidad por su propio esfuerzo (como en la historia del Barón de Munchausen), hay que repensar todos los grandes conceptos, que nos hacen seres dignos, importantes, trascendentes y que no vemos: Dios no sería más que un ser creado por el hombre para justificar su nada; el mundo no tendría existencia propia (Markus Gabriel) y sería un concepto creado para no tomar conciencia de nuestra nada, y -por supuesto- el alma y la libertad serían meras ilusiones de un ser que quiere ser cuando realmente no es. Es decir, el programa postmoderno no consiste más que en destruir todo lo que el hombre es por naturaleza para dejarlo 'libre de ataduras', flotando en un mundo donde la voluntad de poder es la única verdad, donde cada uno es lo que quiere ser y al resto solo le queda aceptarlo en su voluntad, por absurda que esta sea.

Este cambio cosmovisional, que ya casi ha penetrado por completo en el pensamiento occidental, consiste en aceptar la acción observable como la única verdad. No importa que el ser quiera o diga, no importa su proyecto, ni su pasado. Ya no importa qué haya “dentro” solo el resultado de la acción. No importan, por ejemplo, las ilusiones, las pasiones, las ideas, importan solo los resultados, los objetivos logrados, los éxitos materiales. 

Y aquí tenemos la tercera raíz, la económica: "eres lo que ganas", eres lo que haces en el trabajo, lo que vendes, lo que "mueves". Miles de libros para emprendedores, miles de programas de autoayuda, y ese "rehacer" la vida constante, reinventarse, innovar constante (como si lo nuevo fuese un valor en sí), nos llevan por el camino del hacer sin pensar. Los políticos, que ahora están en berrea, nos dicen lo mismo: lo importante es la economía, no las virtudes para crear estructuras adecuadas o para mantener la fortuna, no. Tampoco la pregunta sobre para qué sirve el dinero. Solo crecer, sin dirección; solo crear riqueza, sin el para qué de tal riqueza, solo emprender. Nadie se pregunta realmente si lo que da dinero es importante o no, si merece la pena hacerse o si merece realmente la pena dar la vida por ello. Solo hacer. No parece importar la dignidad de los pueblos, las misiones históricas o la salvaguarda de las cosas por las que merece la pena vivir, no. Solo la economía.



Este hacer por hacer, gratuito, es el principio de todo degenerar humano y divino. Puesto olvidados del ser se produce la transvaloración de los grandes valores hacia los instrumentales: el dinero y el poder. Si el hombre no es nada, y es solo lo que hace, aquél que adquiera dinero o poder, aunque realmente sea un pobre hombre digno de lástima, se convierte en el único ser auténtico. No por casualidad en los grupos que tradicionalmente buscan el poder para destruir toda espiritualidad desde el liberalismo se buscan las obras más que los pensamientos, por ejemplo, «en la iniciación en el primer grado o de aprendiz masónico se pregunta al candidato: "¿Sois masón?" y él responde: "Por mis obras me tienen por tal"»(3), porque no importa qué sea uno, sino que se comporte como tal. O desde el comunismo se preocupan por la praxis antes que por el pensamiento de sus militantes. Y desde el capitalismo algo similar: trabajo, prácticas, saber hacer, etc. 

Y esto trae sus consecuencias (cualquiera que haya leído Un mundo feliz lo sabe). Por ejemplo, en bioética si uno es lo que hace y llega un momento en el que no puede hacer nada lo correcto es aplicarle una inyección letal y terminar con el absurdo de una vida-sin-hacer, es decir, una no-vida. Si los embriones no hacen nada, no son nada; si los ancianos no hacen nada, no son nada; si los enfermos mentales, los comatosos, los niños nacidos con serios problemas vitales no hacen nada… no son dignos, no tienen vidas para vivir "con dignidad". Por otro lado, el animalismo postmoderno tiene algo también de práxis: los animales da la impresión de que siempre hacen cosas (es una deformación producto de ver los animales por La Tele, puesto que en realidad no hacen casi nada). En todo caso si nuestra diferencia esencial está en lo interior, lo que no se ve (la percepción de realidad y en nuestro espíritu atemporal, en la capacidad estética, etc.), fijándonos solo en el exterior tendremos un parecido mayor con los animales, o mejor: éstos con nosotros.



Otra consecuencia es el sensualismo. Si un ser humano se siente mujer, independientemente de lo que sea, y se comporta como tal... es mujer; si se siente vasco es vasco, aunque su familia provenga de Sevilla o de Argentina. Ser es cuestión de sentir, porque el sentir lleva a la acción: si uno se comporta (se viste, piensa, habla) como equis, es equis. 



Aplicado al mundo de la empresa al que no hace cosas visibles y palpables se le excluye y se premia a quien logra beneficios o resultados palpables. Hace tiempo (no encuentro dónde) leí a uno de estos gurús empresariales que aplicaba la matriz del Boston Consulting Group para la toma decisión sobre la vida de los productos en función de lo que dan o podían dar a la empresa, a las distintas áreas o departamentos. Ahí se decía que había departamentos a los que se denominaban “estrellas” o -creo recordar- "cerdos", que daban una buena rentabilidad y que debían cobrar por objetivos (planificación estratégica, por ejemplo), puesto que ellos hacían el beneficio a largo plazo; otros podían ser tildados de "vacas", ya que daban todos los días beneficios (ventas, marketing); hay también departamentos “Incógnita” que podían a largo plazo dar beneficios, pero que no los daban en realidad... pero había también departamentos “perros”, que solo gastaban y no aportaban nada al beneficio...


Dejando a un lado la indignidad que es llamar a los trabajadores 'perros' o 'cerdos', siguiendo esta lógica del hacer, a los perros y a las incógnitas hay que bajarles el sueldo y retirarles los recursos, para destinarlos sobre todo a los que hacen, es decir, a los que traen clientes, a los que diseñan la producción. Sobre todo si los directivos están de paso y poco les importan los resultados a largo plazo.

Evidentemente las empresas tienen que dar beneficio, pero no todo en una empresa es beneficio económico. Es hacer que la productividad no sea frenada, e incluso en las empresas meramente mercantiles los "perros" juegan un papel determinante a la hora de afianzar la empresa y la marca, ya que en ellos está la responsabilidad social, la relación con los stakeholders, la dimensión ecológica o las políticas adecuadas de Recursos Humanos. Y en muchos casos están en ellos la misión de la empresa. Reducir una empresa al beneficio es lo mismo que reducir una persona a su patrimonio.


Por último, si seguimos y aplicamos estos criterios del hacer frente al ser a instituciones de espíritu (universidad, educación, Iglesia, arte o política) el resultado es siempre los mismo: eliminación de ideas, reducción de las instituciones a su dimensión instrumental y no a su función social, perder la idea fundacional y trascendente de la educación, la iglesia, etc. y quedarse solo con el poder, el dinero, las estructuras, etc. 

Hay quien cree que la escuela consiste en crear buenos ciudadanos, que la Iglesia está para ordenar la vida de la gente, casar, bautizar y enterrar. Hay quien cree que la política consiste en dar trabajo a "la gente"; el arte para deleite de los sentidos y la Universidad para crear técnicos capaces de operar en el mundo empresarial sin que se les note que son humo. 

Pero esos son los del tener, los del hacer, los que solo les conoces por el resultado de sus obras. Las obras buenas, es cierto, muestran a las personas buenas, pero de ahí no se sigue la reducción de la persona a sus obras. 

(1)  "Nuestras investigaciones positivas deben deducirse esencialmente, en todos los géneros, a la apreciación sistemática de lo que es, renunciando a descubrir su primer origen y su destino final" Comte, A.: Discurso sobre el espíritu positivo§ 13 (Ed. y trad. de Julián Marías), Alianza Editorial, 2000.
(2) Sartre, J.P.: El existencialismo es un humanismo, Ediciones del 80, Barcelona
(3) Guerra, M. Masonería religión y política. Sekotia, Madrid 2012, p.197

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